DIECISEÍS

Constantemente,
Las aves, el verano,
Van y regresan.

Un día un monje le preguntó al maestro Chosa Keishin de Konan (1):
– ¿Como podemos hacer la montaña, los ríos y la tierra uno con nosotros?

Chosa Keishin replicó:

– ¿Como podemos hacernos nosotros mismos uno con la montaña, los ríos y la tierra?

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Al inicio de este Koan, el monje pregunta al maestro Konan como será posible hacer la montaña, los ríos y la tierra uno con nosotros. El monje pregunta desde el punto de vista que caracteriza la civilización de hoy que es la perspectiva del ser humano que solo mira hacia el exterior. La visión de aquel que se percibe a si mismo separado de todas las cosas y así ve solo el mundo material. El maestro Chosa Keishin responde a la pregunta de su discípulo guiando su atención hacia el hecho que no existe una sola manera de ver las cosas. Así como existe la perspectiva desde la separación también existe la perspectiva desde los montaña, los ríos y la tierra.

Un cambio de perspectiva, que en si ya implica toda una revelación. Un acto de esclarecimiento que indica que no existe solo una manera de ver realidad. Así como existe el pensamiento condicionado por los sentidos y las experiencias antiguas que nos hacen mirar hacia exterior inmersos constantemente en un proceso de clasificación, existe también una visión que ve el mundo exterior no separado del interior. Así ya el reconocimiento de que existen al menos dos maneras de ver la realidad da inicio una manera de indagar que va más allá del horizonte de nuestra conciencia habitual. Desde adentro para afuera comenzamos a observar que las correspondencias del mundo físico material con nuestro mundo interior no son meras casualidades sino que están relacionadas directamente entre si. ¿Cómo podría dejarnos semejante aclaración indiferentes? ¿Cómo si en realidad nos está explicando porque justamente aquello que habitualmente comprendemos bajo progreso nos esta llevado hacia la autodestrucción? ¿Cómo si en realidad nos esta revelando que si nuestra vida se encuentra sumergida en el constante proceso de clasificación, la vida se centra en la constante satisfacción de los propios deseos y estos deseos nos hacen ciegos frente a las necesidades reales del mundo en el que vivimos?

Ósea que en su compasión el maestro Chosa Keishin le esta ayudando a su discípulo de la misma manera como lo hace Zazen con cada un@ de nosotros. Nos presta ayuda para que nosotros nos podamos ayudar a nosotros mismos. Dando espacio para que el darse cuenta sea un acto que surge desde el equilibrio y la autonomía. El lugar en el cual descubrimos que la inmovilidad contiene en si movimiento de la misma manera como el silencio también tiene su propia voz. Lo que a la vez nos indica que existen diferentes maneras de ayudar. Unas directamente perceptible para la mirada dirigida al exterior, otras enfocadas en la autonomía y responsabilidad individual y que por esta razón se imparten desde el silencio y a través de una determinada postura corporal.

Desde esta postura, la postura de la montaña, los ríos y la tierra, claramente podemos observar lo que significa la montaña, los ríos y la tierra. La montaña, los ríos y la tierra significa que la montaña, los ríos y la tierra siempre han estado aquí y siempre lo harán. Nos preguntamos que nos ha llevado a distanciarnos tanto de nosotros mismos que nos imposibilita ver algo tan obvio. Y nos encontramos con el hecho que el movimiento de la actividad mental se refleja también el movimiento de nuestra propia respiración. Volvemos de esta manera a la respiración. Volvemos de esta forma a la realidad más allá de toda separación.

El monje le pregunta al maestro Keishin:
– ¿Como podemos hacer la montaña, los ríos y la tierra no con nosotros?

A lo que el maestro responde:
– ¿Como podemos hacernos nosotros mismos uno con la montaña, los ríos y la tierra?

El maestro Keishin imparte su enseñanza por medio de una pregunta que a primera vista resulta tan insignificante e humilde como el musgo se que va brotando en la piedra. Un musgo que indica hacia una vía que va mucho más allá del saber. Una vía que se va enredando y brotando como el musguito en la piedra hasta llegar al amor de pureza original. El amor que retiene a los peregrinos, que libera a los prisioneros, que vuelve al viejo niño o que convierte al malo en puro y sincero. Volver a los 17 después de haber vivido un siglo es como hacerse uno con la montaña, la tierra y los ríos.

(1) Caso Dieciseis del Shinji Shobogenzo – Colección de 301 Koanes de Dogen Zenji.

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