FUDAMITTA

Caso

En cierta ocasión, el venerable Fudamitta, el noveno patriarca, escucho decir a Butsudanandai:

Tu palabra es una con la Mente esencial
Y está más próxima a ti que tu madre y que tu padre.
Tus acciones son uno con la Vía,
Ésa es la Mente de los budas.
Si buscas fuera de ti a un buda con forma
debes saber que en nada se te parece.
Si deseas conocer tu verdadera Mente
debes saber que no estas unido ni separado de ella.

Al escuchar esto, el maestro experimento el gran despertar.

Circunstancias

El maestro había nacido en el reino de Daigya y pertenecía a la casta de los vaisya. En cierta ocasión, Fudamitta se hallaba de gira impartiendo enseñanzas cuando, en la ciudad de Daigya, recaló en casa de unos vaisya y, en ese mismo instante, una luz blanca inundó la casa. Entonces Butsudanandai dijo a sus seguidores:
– En esta cas vive un hombre santo, de cuya boca no sale una sola palabra y cuyos pies no pisan el suelo por no mancillarlo. Debe tratarse de un recipiente adecuado para el Mahayana. El será mi sucesor.
Cuando acabó de hablar, una anciano salió de la casa, le saludó y dijo:
-¿Qué es lo que deseas?
– Estoy buscando un sirviente – respondió Butsudanandai.
– Solo tengo un hijo – replicó el anciano -. Tiene quince años y aun no sabe hablar ni caminar.
– Si lo dices es cierto –replicó entonces Butsudanandai – tu hijo ha sido designado para convertirse en mi discípulo.
Cuando Fudamitta vio al venerable y escucho sus palabras se postro de inmediato a sus pies y recitó el siguiente poema:

Mis padres no están tan cerca de mi.
¿De quien me hallo más próximo?
Los budas no constituyen mi Vía.
¿Cuál es mi auténtica Vía?

Entonces, el venerable Butsudanandai le respondió con el poema citado en el aparto anterior y, cuando Fudamitta escucho esas admirables palabras, dio sus primeros siete pasos. Luego el venerable prosiguió diciendo:

– Hubo un tiempo en que esta persona conoció al Buda y formuló muchos y grandes votos de compasión. Nunca había hablado ni caminado hasta este momento porque no quería dar la espalda al amor de sus padres.

Teisho
Ciertamente, mi madre y mi padre no se hallan tan próximos a mí ni los budas pueden constituís mi Vía. Al igual que nuestros padres no pueden brindarnos el conocimiento de la inmediatez de la realidad, tampoco los budas pueden enseñarnos cual es la Vía. Si realmente queréis conocer por que vuestra visión y audición no necesitan de los ojos ni los oídos ajenos y vuestras manos y pies tampoco precisan de nadie que los mueva. Los seres sensibles son los seres sensibles y los budas son los budas. La inmediatez no consiste en estudiar algo ajeno. ¿Cómo podría ser ésa la Vía? Ése es el motivo por el cual Fudamitta – que no moraba en la impureza del contacto y era, por tanto, un recipiente adecuado para el Dharma – permanecío en silencio y no dio un sólo paso durante quince años.

Fudamitta, que era “uno con la Mente esencial”, dijo: “Mis padres no se hallan tan próximos a mi”, también dijo: “los budas no constituyen mi Vía”, por lo que jamás dio un solo paso en esa Vía. Es un error buscar un buda sin forma fuera de uno mismo. Los verdaderos sucesores de Bodhidharma actúan sin depender de las letras ni de las palabras, apuntan directamente a la Mente, alcanzan la budeidad y la transmiten contemplando su naturaleza esencial. Lo único que hacen los auténticos sucesores de Bodhidharma es cortar de raíz los procesos discriminativos de la mente mediante el zazen y dejar que el moho se acumule en sus labios. Eso no significa, sin embargo, que debamos prestar una atención especial al silencio o que tengamos que dejar de hablar, sino que tan solo subraya que la Mente es lo que es.

La Mente es como el agua quieta, como el espacio puro e inmóvil que todo lo impregna. No existe, por tanto, cosa alguna fuera de vuestra propia Mente y ni la más ínfima partícula puede empañar vuestro espíritu. El brillante resplandor de la Mente – un resplandor que se asemeja al de vuestros propios ojos – es mucho más admirable que la luz del sol y de la luna, y ante él palidecen hasta las joyas más resplandecientes. ¿Acaso desconocéis aquel refrán que dice que “el resplandor del ser humano es comparable con el de mil soles”? Quien está en una habitación oscura mira hacia fuera en busca de la luz, pero quien se halla sumido en una luz cegadora no puede mirar al exterior. Pensad detenidamente en esto: el interior no esta cerca. El exterior no esta lejos.

Pero. Pro mas que las cosas hayan sido así tanto en el pasado como en el presente, no debéis mostraros arrogantes ni testarudos. Esto era precisamente, como evidencia el caso que ahora nos ocupa, lo que enseñaban los patriarcas, sin que hubiera en ello nada excepcional. Tampoco debéis entender que la práctica y la realización pueden permitiros alcanzar la Mente o que ésta pueda verse sojuzgada a través del estudio, sino tan solo que lustra Mente original se halla muy próxima a vosotros porque, en este mismo instante, vosotros sois la Vía.
¿Para que buscar, pues, externamente un buda, con forma o sin ella? ¿A que estáis unidos? ¿De que estáis separados? En ultima instancia, no existen ni la unión ni la separación. Por más que digáis que el cuerpo es la naturaleza esencial, no estáis separados de el y, por más que afirméis que es la Mente, tampoco estáis unidos a ella. No busquéis pues, aunque hayáis arribado a ese dominio, la Mente fuera del cuerpo. Todos nosotros nacemos y morimos, parimos y llegamos, pero ello no se debe a la actividad del cuerpo o de la mente tal como habitualmente lo concebimos.

Esta es una verdad que han asumido todos los budas dando testimonio de ella a lo largo de los tres tiempos, y lo mismo han hecho los patriarcas de las tres tierras de la India, China y Japón. También vosotros deberíais hacer lo mismo tratando de no actuar desde el punto de vista de la verdad externa. No existe a la postre la menor confusión en todo el día y la noche y, en ultima instancia, las doce condiciones del sufrimiento son las que ponen en marcha la rueda del Dharma. Cuando alcancéis ese reino, la transmigración en los cinco senderos del renacimento se transformará en el eje de la rueda del Mahayana. La recompensa kármica en los cuatro tipos de nacimiento devendrá entonces la actividad del Yo. Hablamos de seres sensibles y de seres carentes de sensibilidad, pero además no son sino expresiones diferentes de esta realidad. En japonés, por ejemplo, las palabras “me” y “manako” significan “ojo”. Hablar, por tanto, de budas y de seres ordinarios – de “i” y de “koro”, por ejemplo (dos terminos que, en japonés, significan “mente”) – es hablar de la misma realidad. No creáis que “kokoro” sea superior o que “i” sea inferior. ¿Cómo podríais supravalorar a “me” e infravalorar a “manako”? Este lugar no es el mundo de los objetos sensoriales ni el reino de los objetos mentales. No hay nada fuera de la Vía y tampoco existe nada que no sea la Mente.

Poema

También esta mañana tengo una pocas palabras con que ilustrar este caso. ¿Os gustaría escucharlas?

No digáis que la palabra o el silencio
tienen que ver con la separación o el ocultamiento.
¿Cómo podrían los sentidos y sus objetos mancillar
nuestra naturaleza esencial?

Según: Francis Dojun Cook (2006): Denkoroku (Crónicas de la transmisión de la luz) Maestro Keizan. Barcelona.

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