DOAN KANCHI


Caso

El gran maestro Doan Kanchi – patriarca numero cuarenta y uno – fue discípulo de Doan Dohi y, en cierta ocasión, le planteo la siguiente pregunta:
– No me interesa lo que le gusta a la gente ordinaria. Quisiera saber que es lo que te interesa a ti.
– Yo ya he pasado por ahí – respondió Doan Dohi.
Al escuchar estas palabras, el maestro alcanzó el despertar.

Circunstancias

El nombre del maestro era Kuan-chih y su biografía es casi prácticamente desconocida. Lo único cierto es que estudio con Doan Dohi y su realización fue muy profunda. Cuando su maestro estaba a punto de morir entró en la sala de meditación y dijo:

Ante el altar de los Muchos Niños
descuella un infante ancestral.
¿Quien puede decir entonces lo que ocurrió
en el monte Wu-lao?

Por tres veces, el venerable repitió la misma pregunta sin que nadie respondiera. Finalmente Doan Kanchi se adelantó y dijo:

Se yerguen en ordenadas hileras
En la claridad de la noche más allá del cortinaje.
Y el canto que transmite la Gran Paz
se escucha en diez mil millas a la redonda.

Entonces Doan Dohi dijo: “Parece que este asno lo conseguirá”. Desde entonces el maestro permaneció en el monte T´ung y, a partir de aquel momento, fue llamado Doan Kanchi.

Teisho

La frase “ante el altar de los Muchos Niños descuella un infante ancestral” se refiere al encuentro que tuvo lugar ante la estupa de los Muchos Niños entre el Buda Shakyamuni y Mahakasyapa, en el que este ultimo recibió la transmisión del manto y del Dharma. Luego Mahakasyapa practicó los doce tipos de austeridades y compartió el asiento del Buda y, aunque no se hallara presente en el momento de su muerte, le fue confiada la responsabilidad de hacerse cargo de la comunidad de monjes. Ahora bien, Doan Dohi era le legitimo nieto espiritual de Tozan Ryokai de modo que la tradición de la familia de Seigen Gyochi llegaba hasta el. Con el fin de dilucidar quien iba a ser su heredero espiritual, el maestro preguntó, poco antes de morir: “¿Quién puede decir entonces lo que ocurrió en el monte Wu-lao?”, formulando por tres veces la misma pregunta sin que nadie pudiera siquiera entenderla.
El monte Sumeru se eleva por encima del resto de las montanas y el sol derrama el orbe iluminando a todos los seres. Ése es el significado de la frase “se lleguen en ordenadas hileras en la claridad de la noche más allá del cortinaje”. Ciertamente, la liberación y la independencia de Doan Kanchi eran incomparables. Ni una sola mota de polvo mancillaba el espacio en diez mil millas a la redonda. ¿Dónde estaban entonces los fieros generales y los astutos funcionarios? Todo celebraba la Gran Paz. Ese es el verdadero monje merecedor del kesa. Cuando alcancéis ese dominio por vez primera, lo encontrareis.
Este tipo de práctica, capaz de erradicar la necedad y de lograr la maestría, revela sus verdaderas cualidades desde el mismo comienzo. Es por esto por lo que el maestro dijo: “No me interesa lo que le gusta a la gente ordinaria. Quisiera saber que es lo que te interesa a ti”. Cuando el maestro afirma:”No me interesa lo que le gusta a la gente ordinaria” se refiere al apego creciente que la gente suele tener hacia si misma y hacia los demás. Los seres humanos suelen estar identificados con el lugar en el que viven y con sus propios cuerpos, y esta identificación es cada vez mayor. Pero, de este modo, solo van agregando más y más grilletes a sus cadenas y, cuando se identifican con budas y los patriarcas, las impurezas originadas por el apego son todavía mucho mayores, con lo cual perpetúan indefinidamente las condiciones karmicas que ocasionan el incesante ciclo de la muerte y el renacimiento. Por tanto, todo apego hacia los seres – ya sean sensibles o no sensibles, ordinarios o incluso budas – debe ser disipado de inmediato.
Cuando por otro lado, dejáis de discernir entre las cosas o entre las reglas, cuando no sabéis nada y no sois conscientes de nada, caéis en el apego a la forma. Tampoco ahí debéis estancaros. Del mismo modo que ocurre con el apego a la forma, cuando despertéis el espíritu de la iluminación podéis acabar identificados por la no forma. Si os identificáis con la no forma podéis acabar morando en ese dominio y, por mas eones que paséis en el reino celestial de la no forma, acabareis cayendo en el infierno “Interminable”. Eso es lo que ocurre cuando se interpreta inadecuadamente la no mente como cesación de todo pensamiento. La gente ordinaria desea de continuo la forma y la ausencia de ella, sin percatarse de que tanto ver al yo y a los demás en la forma como olvidarse en la no forma son dos actividades igualmente equivocadas.
Independientemente, pues, de que seáis principiantes o veteranos, vosotros sois los auténticos descendientes del venerable Shakyamuni y utilizáis el mismo cuenco y el mismo manto que él utilizo. ¿Cómo podéis identificaros como lo hace la gente ordinaria? Debéis empezar liberándoos de todo tipo de consideraciones erróneas acerca de lo correcto y lo incorrecto del bien y del mal, de lo femenino y de lo masculino. Luego debéis tratar de no quedaros estancados en el nihilismo de la no acción, la indiferencia y la no forma. Si queréis llegar a experimentar este dominio personalmente, no debéis buscarlo en los demás ni mas allá de vosotros mismos. Debéis regresar a al tiempo en el que carecíais de cuerpo, al momento anterior a vuestra concepción y permanecer muy atentos. Entonces descubriréis directamente que, en ese dominio, no existe el menor vestigio de discriminación y que tampoco se parece al demonio que habita en el fondo de una oscura caverna, sino que plandeciente, inmensa como el mismo cielo. Ese dominio no tiene nada que ver con la piel, la carne, los huesos y la medula, ¿cómo podría, pues, tener relación alguna con los seis sentidos, los objetos sensoriales, la ilusión, el desperar, la pureza o la impureza?
El Buda no puede hacer nada por vosotros, y tampoco el maestro puede serviros de gran ayuda. No solo no puede ser aprehendido a través del sonido o de la forma, sino que incluso carece de oídos y de ojos. La luna de la Mente derrama por doquier su resplandor, la flor del ojo se abre y todas la formas se renuevan. Cuando accedáis plenamente a este estado seréis como Doan Kanchi.

Poema

Aspirante al Zen ¿cómo entendéis este punto? Quisiera añadir ahora unas palabras mientras fijáis vuestra atención en aquello que ya existía antes de que tuvierais un cuerpo.

La luz de la luna de la Mente
Y los colores de la flor del ojo
Son esplendidos, y florecen
Y resplandecen más allá del tiempo.
¿Pero quien es capaz de apreciarlos?

(1) Según: Francis Dojun Cook (2006): Denkoroku (Crónicas de la transmisión de la luz) Maestro Keizan. Barcelona.

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