RUMOR DE OLAS

Olas
Rumor de olas
Quebrándose en el mar.
Luz, oscuridad.

Cuando todo lo que antes creía fuera de mi retorna a mi,
todo lo que antes creía externo a mi, me obsequia una visión diferente de lo que es la realidad. Lo exterior vuelve al interior, como las olas que se van estrellando contra las rocas y retornan al mar. Las dudas gradualmente se van disipando hasta abrirle espacio a la claridad. Parecido a las huellas de una gaviota sobre la arena de la playa. Fugaces marcas que en todo instante están dispuestas a rendirse al viento y las olas que arriban del mar. A aquellas olas que el viento viene arrastrando desde el horizonte y que en su ir y venir reflejan el mismísimo movimiento universal.

Cuando todo lo que antes creía fuera de mi retorna a mi,
descubro que la libertad es un hecho innegable, como la paz, el silencio, el amor o la naturaleza original. Que así como cambia mi rostro, cambia también todo en mi interior. Me sorprendo. Observo que al perseguir cualquier cosa, aunque esta sea el insondable silencio, no estoy haciendo más que acosar la realidad. Ósea que no es suficiente con no hacer el mal. Ni tampoco basta con creer estar haciendo el bien. No vale no hacer cosas por temor a lo que los otros piensen de mi, al igual que de nada sirve hacer el bien intentando obtener meritos que pensamos poder acumular. Todo esto es como el embriaguez de un borracho que bebe para olvidar su enfermedad. Como un delirio que solo el silencio puede acosar.

Cuando todo lo que antes creía fuera de mi retorna a mi,
la libertad, al igual que la paz, el silencio, el amor o la naturaleza original, están más allá del bien y del mal. ¿Pero que significa este “más allá del bien y del mal”? ¿Qué significa la libertad?. Muchos dirán: “El viento puro que sopla a placer”. Piensan que es posible domar el viento y su voz. ¡Pero que equivocados están! ¡Lo piensan porque jamás han escuchado su voz, ni menos lo han escuchado cantar!. Creen saber que es el viento el que provoca las olas. Lo perciben, lo sienten, pero aun así no reconocen que son las olas lo que le dan al viento su voz. ¿Cómo jamás podrían llegar así a escucharle cantar? Y dicen que el viento es salvaje, que es peligroso, piensan que pueden someterle, que es posible doblegarle. ¡Tan cerca pero tan lejos a la vez! ¿Así, como podrían escuchar su canto, su risa o sus lamentos? Aquella risa y esos lamentos que son los versos de todo aquello que comprende el profundo mar? Si le escuchasen aunque sea solo una vez de verdad, sabrían en todo momento lo que hay que hacer. Sabrían escuchar cuando hay que escuchar, reír cuando hay que reír, llorar cuando hay que llorar y hasta incluso hablar cuando hay que hablar. Sabrían que aunque no exista separación entre yo y mi exterior, lo que tengo que hacer yo, nadie lo puede hacer por mi. Que hay que saber distinguir entre la manipulación y las cosas como son. Que hay que levantarse después de caer. Que hay que expresarse si alguien pone en duda nuestra autonomía o nuestra integridad. Y sobretodo sabrían que si uno se cree victima, ante todo hay que cuidarse en no convertirse en un peón del mal más.

Cuando todo lo que antes creía fuera de mi retorna a mi,
todo lo que hago, sea comer, beber, amar, o trabajar, está bien así como es. No hay distinción entre el mundo profano o el mundo espiritual. Al igual que las olas son siempre parte del mar. Tanto cuando de levantan, como cuando se quiebran o como cuando, junto al alba, retornan al mar. Así transcurre el tiempo de instante a instante y sin cesar. Todo en constante transformación sin un antes ni un después. Me pregunto ¡¿Y la libertad?!, ¿dónde quedan la libertad, el amor ilimitado, la amistad? Tal vez, como todo lo demás, sean la libertad, el amor y la amistad solo en este momento real. Imposible someterles a algún concepto o algún ideal. Como el rumor de las olas que retornan una y otra vez al mar. Como el viento que sopla en la semi oscuridad.

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