PERDONAR

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Ayudar a todos los seres a cruzar el río hasta alcanzar la orilla de la liberación. Eihei Dogen

Según el Sutra del loto, el Bodhisattva de la compasión tiene 33 caras y cada una de estas caras enseña una faceta diferente de la compasión. Facetas como el arrepentimiento, como la confianza o también como el perdón. Un perdón que lo incluye a uno mismo como a los demás ya que no existe la separación y que nos da a entender que no existe la paz interior si no la hay en el exterior. El perdón que nos posibilita tanto soltar la rabia por haber vivido una utopia que por culpa ajena jamás se cumplió como soltar el sentimiento de sentirse en un barco a la deriva que navega sin rumbo entre el antes y el después a pesar de que siempre hemos querido hacer el bien. Así el perdón se demuestra ser una faceta de la compasión que da a entender que para perdonar de verdad es necesario ir más allá del bien y del mal, que perdonar no es lo mismo que olvidar y que al perdonar se nos hace posible hacer nuestro sueño realidad.

Así el perdón nos indica que el punto más importante en nuestra práctica es ir más allá del dualismo que diferencia entre el bien y el mal. Pues así como lo demuestra toda guerra de cualquier país, los conflictos surgen porque todos los involucrados definen de manera diferente el bien y el mal. Porque lo que para uno es el bien para los otros es el mal y porque todos están dispuestos a hacer en nombre del bien, el mal.

Hay muchas conclusiones que se pueden sacar de la obra de Hanna Arendt sobre el origen del mal. Conclusiones que nos hacen cuestionarnos sobre la ley de causa y condición y que nos invitan a investigar como se relacionan los fenómenos entre si. En este sentido los resultados de los estudios de Arendt siguen manteniendo su validez. Pues afirma Arendt que el holocausto y el sufrimiento provocado a tantas personas durante la segunda mundial, no fue cometido por sadistas o monstruos sino que por personas normales como tu y yo. Por personas que estaban dispuestas a hacer en nombre del bien el mal. Por gente que cumplía con sus deberes civiles y que frecuentemente hasta eran miembros distinguidos de la sociedad. Gente que no les motivaba ni la riqueza ni la envidia u el odio sino que a partir de la ignorancia simplemente seguían ciegamente una ideología y muchas veces incluso sin preguntarse porque. Declaraciones por las cuales Arendt fue muy criticada porque se decía que banalizaba la maldad y lo que era peor aun le restaba responsabilidad a aquellos que eran responsables en cuanto a estos delitos contra la humanidad. Pero la verdad es que cuando se estudia la obra de Arendt con atención se llega a la conclusión que, tal vez consciente del hecho de que cuando la responsabilidad es de todos nadie tiene la responsabilidad, no dejó valer el argumento que solo se cumplían ordenes o una función. Según Arendt es necesario ir más allá al no preguntar ¿porqué obedeciste? si no que ¿porqué te prestaste para hacer el mal?

De esta manera Hannah Arendt devuelve al individuo toda su responsabilidad dejando claro que aunque los crímenes cometidos ante la humanidad sean el fruto de la ignorancia y la confusión, esto no libera a nadie de la ley de causa y condición que claramente dice: quien comete el mal, caerá.

Nuevamente nos encontramos con las enseñanzas que surgen de la compasión de Avalokiteshvara que nos indica que para hacer el sueño realidad es necesario ir más allá del bien y del mal. ¿Pero que significa ir más allá del bien y del mal? La respuesta mas plausible que encontramos a esta pregunta a partir de la práctica de Shikantaza es, volver a la realidad. A la realidad en la cual la práctica y la iluminación son no – dos. La realidad que nos permite ver y comprender que el origen del sufrimiento es el pensamiento dualista que separa entre antes y después, aquí y allá, nosotros y los demás. De ahí que a partir de la práctica de Shikantaza – solo sentarse – la conclusión que sacamos en cuanto al bien y al mal, es que la moral o la ética siempre se aplican de manera arbitraria como una receta en cuanto a la verdad y que esta conduce muchas veces a más sufrimiento y a más confusión. Pues siempre cuando se juzga, esto ocurre desde una perspectiva que aclama tener la razón. Lo que queda en evidencia especialmente cuando juzgamos en nombre de la unidad pues ya en el mismo instante en el cual decimos ser solo uno hemos caído en el error de cualquier sistema totalitario que aclama haber encontrado la verdad y a partir de ahí pretende unificarlo todo a costa de la individualidad. Y hay un detalle pero que es muy importante y no se debe olvidar: no es suficiente que la mayoría esté de acuerdo, sino que todos los deben estar. Tal vez por esta razón en el budismo se ha introducido la expresión no-dos. Pues el “No-dos” que encontramos en la expresión “la práctica y la iluminación son no-dos” expresa el respeto y el aprecio por lo que es diferente dentro de la unidad.

Según el Bodhisattva de la compasión hay muchas maneras de hacer el sueño realidad, una de estas maneras puede ser el perdón. Y el perdón no es lo mismo que olvidar, sino que comprender profundamente que soltar el rencor nos libera tanto a nosotros como a los demás porque la más profunda verdad es que solo es Karma lo que nos hace diferentes dentro de la unidad.

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