¿DÓNDE ESTÁ SIRIA?

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Gran compasión significa estar completamente conectado con el mundo de aquellos que sufren

¿Donde está Siria? Una pregunta de inminente actualidad ante el conflicto militar que acontece en aquel país. Según las enciclopedias, Google y Wikipedia, Siria es un país árabe de más de 22 millones de habitantes, su capital el Damasco, y que se encuentra en el Oriente medio, al norte de Israel y Jordania, al oeste del Lebanon, al sur de Turquía y al oeste del Irak. Esto es lo primero que averiguamos sobre aquel país donde la guerra aparentemente no tiene fin. Y porque el sufrimiento de la población civil de Siria tampoco pareciese tener fin, nos preguntamos una y otra vez ¿dónde está Siria?, ¿es Siria solo un país lejano, que solo conocemos a través de las noticias y al cual nuestra conciencia no puede alcanzar?

Pues la verdad es que observamos el conflicto en Siria desde una posición virtual. Lo sentimos lejano, como algo irreal que existe solo en los medios de comunicación a través de imágenes que no son más que una proyección virtual. Tal vez parecido a un globo mundial sobre el cual encontramos dibujada la silueta de aquel país cual llamamos Siria y que nos indica donde lo encontramos ubicado, pero que no es ni la tierra, ni la gente, ni el sufrimiento de aquel país. Así tomando en cuenta que la guerra de Siria tiende a prolongarse, y con ello el sufrimiento y la muerte para muchas personas más, nuevamente nos preguntamos ¿dónde está Siria?, ¿solo en nuestra conciencia? y ¿no es todo lo que existe en nuestra conciencia parte de la realidad?

“La verdad libera” se suele decir ¿pero que es la verdad? Una pregunta central en casi toda práctica espiritual y a la cual a partir de la práctica de Shikantaza – solo sentarse – respondemos: la práctica y la iluminación son no-dos.
Ya al expresar estas palabras tal vez a muchas personas desde el principio les quede claro que cuando hablamos de la práctica de Shikantaza, hablamos de un estilo de meditación nada convencional y que a muchos les resulta difícil de practicar. Pues se requiere años de practica para alcanzar un cierto grado de control en cuanto a la actividad mental, más aun para soltar el control y unos cuantos más para desarrollar la confianza que nos ayuda cuando nos toca posicionarnos entre el bien y el mal. Posicionarse en cuanto al bien y el mal ante una situación de guerra como la que encontramos en Siria es simple, pues el primer precepto mayor del Budismo inapelablemente dice “!No matar!”. ¿Pero que si alguien quita la vida para dársela a muchos más? ¿Eso está bien o está mal? Y nos damos cuenta porque los preceptos no pueden ser más que indicaciones que nos ayudan a orientarnos cuando aquí y ahora todo lo existe es confusión.

Según Hannah Arendt, quien investigó la naturaleza del mal a través de los crímenes cometidos durante la segunda guerra mundial a millones de judíos, llegó a la conclusión que el mal no es una entidad propia en el ser humano sino que cuando se comete, en primer lugar se lleva a cabo por ignorancia o por confusión. Ósea que propiedades profundamente humanas que las encontramos en todos nosotros: ignorancia en cuanto a la ley de causa y condición, ignorancia en cuanto al hecho que el verdadero Yo incluye a todas los seres en toda dirección.

Más allá de los preceptos entonces está el comprender que el sueño es aquí y ahora la realidad y la realidad es aquí y ahora un sueño. Y a partir de ahí podemos concluir que mientras no hayamos realizado lo que es no-dos, siempre lo que reinara nuestras mentes será la confusión. Una confusión que se manifiesta tanto cuando hacemos en nombre del bien el mal, pensando que la meta que queremos alcanzar justifica los métodos, pero también con toda palabra, en todo pensamiento y en toda emoción. Expresamos palabras tan inofensivas como “esto es bello” y ya comienza la confusión: mientras que algunos de nosotros llegan a la conclusión que lo “bello” es una interpretación de una experiencia hecha en el pasado y por eso solo una creación mental, otros llegando a la misma conclusión hacen de lo bello algo feo o hasta de lo feo un ideal. Y más allá hay quienes incluso llegan a la conclusión que la belleza es solo una categoría y por eso solo una ilusión, y a partir de ahí, sin notarlo, crean separación entre la ilusión y el despertar.

Así, visto que la confusión nos acompaña en todas la facetas de nuestra práctica tal vez comprendamos porque es importante recalcar la importancia de la formación en cuanto a la práctica del Zen. Pues cuando la práctica y la iluminación son no dos, así como el tiempo no conoce ni comienzo ni fin, tampoco la distancia no conoce ni cerca ni lejano. Una conclusión a partir de la cual nos volvemos a preguntar, si lo lejano y lo cercano no existe ¿significa esto que Siria está aquí?
Preguntas que dejan en evidencia, que para desarrollar la confianza en el Yo, el verdadero ser en el cual el individuo y todos los seres son no-dos, es necesario aprender a controlar la actividad mental, a partir de ahí aprender a soltar el control para así desarrollar la confianza que nos lleva de manera natural hacia la sabiduría y la compasión. La misma sabiduría y compasión de Avalokiteshvara que escucha el lamento de todo el mundo y que nos recuerda que mientras existan seres que sufran en Siria, Siria siempre estará aquí.

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