HANA-MATSURI


Si quieres descubrir el cielo
Deberás dejar de ocultarlo.
El cielo es vacío, sereno y resplandeciente – Keizan Jokin

En el octavo día del cuarto mes según el calendario lunar, se festeja en los diferentes templos budistas el nacimiento del Buda. Un evento de importancia para toda la comunidad dado que al no existir la separacion entre el Buda y la comunidad, cuando se festeja el nacimiento del Buda se festeja también el nacimiento de la comunidad.

Muy importantes en esta ceremonia son las flores con las cuales se adorna la estatua del Buda, por lo cual bajo Hana-Matsuri se entiende tambien como la „fiesta de las flores“.

La no-separación es tema también en la siguiente historia que cuenta el maestro Keizan en el Denkoroku sobre la transmisión del Dharma del maestro Kakurokuna al maestro – Aryasimha (Shishibodai):

Caso
El venerable Shishiboday, vigesimocuarto patriarca, preguntó en cierta ocasión al Kakurokuna:
– Si quiero encontrar la Vía, ¿Que debo hacer?
– Si de verdad quieres encontrar la Vía no deberías preocuparte por nada en absoluto – respondió Kakurokuna.
– ¿Pero si no me preocupo por nada ¿quién llevara a cabo las actividades del Buda? insistió Shishiboday.
– Si albergas algún tipo de preocupación no cosecharas ningún merito. Las escrituras del Buda consiste realmente en no hacer nada. Las escrituras dicen que los meritos que cosechamos no son realmente nuestros – respondió Kakurokuna.
Al escuchar estas palabras Shishiboday alcanzó la sabiduría de todos los budas.

Circunstancias
El maestro había nacido en el centro de la India, pertenecía a la casta de los brahmines y era un gran conocedor de las enseñanzas budistas. En cierta ocasión visitó a Kakurokuna y sostuvo con el dialogo que hemos mencionado en la exposición del caso y, apenas escucho las palabras “no deberías preocuparte por nada en absoluto”, accedió súbitamente a la sabiduría de todos los budas.
-¿Cuál es la forma del aire? – pregunto Kakurokuna, señalando hacia el nordeste.
– Cuando contemplo el aire me parece un arco iris blanco con cinco líneas negras que penetra en los cielos y en la tierra – fue la respuesta de Shishiboday.
– ¿Y eso que significa? – pregunto nuevamente Kakurokuna.
– Lo ignoro – respondió Shishiboday
– Cincuenta años después de mi muerte- prosiguió Kakurokuna – te veras implicado en una serie de altercados que tendrán lugar en el norte de la India. No es posible alterar el curso de los acontecimientos pero, en el futuro, tu custodiaras, transmitirás y enseñaras el tesoro del Dharma.
Poco después de escuchar esta profecía, el maestro se dirigió a enseñar a la región de Kubha, en donde se encontró con su sucesor, Bashashita, y le dijo: “Mi maestro predijo que, en un lejano futuro, me vería implicado en una serie de problemas. También afirmo que no podré eludir esas dificultades y que debería permanecer en este lugar. Tu recibirás mi Vía y deberás difundirla por otros países”. De este modo Shisiboday transmitió a Bashashita el Kesa y el Dharma.
En aquella época el rey de Kubha despertó un profundo anhelo por le Dharma del Buda y tomo refugio en el, aunque, no obstante, todavía se hallaba identificado con las cuestiones mundanas. En su reino vivian dos maestros no budistas, llamados Mamokuta y Torakusha que estudiaban las artes de la ilusión y conspiraban para organizar una rebelión. En cierta ocasión robaron las ropas de varios monjes y, disfrazándose con ellas, penetraron subrepentinamente en el palacio pensando que, si eran descubiertos, las culpas recaerían sobre los budistas. El complot fracasó y el rey, enojado, se dijo: “¿Por qué me veo envuelto en estos problemas si he tomado refugio en los Tres Tesoros?”.
Entonces decreto la destrucción de todos los monasterios budistas y desterró al exilio a todos los monjes. Luego, desenvainando la espada, se dirigió al venerable Shishiboday y le preguntó:
– ¿El maestro ha percibido la vacuidad de los agregados?
– Si, y he percibido la vacuidad de los agregados – respondió Shishiboday.
– ¿Has abandonado ya la vida y la muerte? Pregunto nuevamente el rey
– Si, he abandonado la vida y la muerte – contestó el venerable.
– Si has abandonado la vida y la muerte debes entregarme entonces tu cabeza – concluyo el rey.
– ¿Cómo podría darte mi cabeza si este cuerpo ya no me pertenece?
Entonces, con un tajo certero de su espada, el rey decapito al venerable y de la herida brotó un liquido lechoso, mientras el brazo derecho del rey se vio desgajado y cayó al suelo. Siete días después el rey murio. Este fue el principio y el fin del maestro.

Teisho
Cuando el venerable Kakurokuna y el Maestro Shishiboday se encontraron por vez primera, este ultimo le preguntó: “Quiero encontrar la Vía ¿qué debo hacer?”, a lo que Kakurokuna respondió: “Si de verdad quieres encontrar la Vía no deberías preocuparte por nada en absoluto”.
¿cómo podéis pensar que la Vía tiene algo que ver con vuestros propios intereses? Morís aquí y nacéis allí, aspiráis a la Vía y la buscáis por doquier pero, mientras no renunciéis a vuestra mente, seguiréis sin encontrarla. Para ser merecedor de la sabiduría del Buda no solo tenéis que abandonar las cuatro visiones erróneas y los tres venenos, sino que también debéis renunciar a los tres cuerpos y a las cuatro clases de sabiduría. Cuando vaguéis libremente por este camino os resultará tan difícil permanecer en el mundo de los seres ordinarios como venerar a los budas, porque entonces habréis transcendido realmente los limites entre la sabiduría y la ignorancia y os habréis despojado de todo tipo de consideraciones en torno a la diferencia y la igualdad. Llegar al profundo dominio de lo sutil resulta difícil hasta para los mismo patriarcas del Buda ya que, en ese reino, ellos mismos llegan a desaparecer. Alcanzar este dominio constituye, pues, el verdadero significado de la práctica del Dharma.
Poco importará que hagáis llover flores del cielo y sacudáis cimientos de tierra, por mas que habléis de la naturaleza de la Mente y discutáis acerca de la naturaleza de lo sutil y de lo profundo porque, mientras no alcancéis ese dominio, no os habréis acercado ni un ápice a la verdadera Vía. Debéis, pues, llegar a vivir desde ese lugar profundo y aclarar este punto del mismo modo que lo han hecho las sucesivas generaciones de patriarcas.

Poema

Aquí tengo unas pocas palabras que pueden aclarar algo más este principio. ¿Os gustaría escucharlas?

Si quieres descubrir el cielo
Deberás dejar de ocultarlo.
El cielo es vacío, sereno y resplandeciente.

(1) Según: Francis Dojun Cook (2006): Denkoroku (Crónicas de la transmisión de la luz) Maestro Keizan. Barcelona.

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