EMOCIÓN



A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no esta conmigo – Pablo Neruda

Sea en forma de alegría, esperanza, ansiedad o decepción, las emociones durante toda nuestra vida juegan un papel central. Siempre están ahí, siempre nos acompañan, pendientes de cualquier movimiento sea del espíritu o del cuerpo, del interior o del exterior para desatar sentidos que a penas podemos controlar y mucho menos comprender.

Pablo Neruda sabia exactamente que palabras utilizar para llenar sus poemas de emoción. Le otorgaba a los sentimientos toda su atención y se centraba en los sentidos de oír, oler, y mirar para crear una escena natural que invoca las emociones del lector. Un hecho que comprueba que emocionalmente inteligente es alguien que sabe emplear sus emociones y que reconoce tanto sus emociones como las de los otros sabiendo como las debe llevar. Estos razonamientos los comparten también la publicidad y la propaganda que desde siempre han sabido utilizar la emoción para sugerir sentimientos positivos en relación a los productos o los servicios a vender.

Podemos comprobar de esta manera que siempre nos encontramos expuestos a la emoción. Esta nos estimula, influye sobre nuestros sentidos, afecta nuestro comportamiento y todo nuestro mundo emocional. Sentimientos y emociones que coloran la realidad y que hacen que veamos el mundo a través de un lente sentimental. Tal vez por esta razón que muchos expertos hayan llegado a la conclusión que el mundo seria perfecto sin la emoción.

Conclusión que por lo menos en nuestra practica se demuestra estar basada en la confusión entre lo que significa el espíritu apaciguado y lo que es la aniquilación de la emoción. Quien practica el budismo sabe de la importancia del espíritu apaciguado para profundizar sobre el verdadero yo ¿pero significa apaciguar el espíritu aniquilar la emoción? Tal vez sea esta una conclusión desde una perspectiva dual, donde existe lo correcto y lo erróneo, el bien y el mal, tu y yo, el objeto y el sujeto. Siendo así se entiende que es el punto de partida es el que impide ver la realidad tal y como es, dado que intentamos de analizar lo que en este instante pero en este mismo momento antes de abrir la boca este momento ya se fue. Por lo tanto mientras que la aniquilación de la emoción surge de la voluntad y la conciencia que nunca estará libre de esa misma emoción que desea aniquilar, el espíritu apaciguado significa haber soltado el “yo”.

Siendo así la emoción en nuestra practica existe y es incluso un tema central en el cual enfocamos la atención observando su esencia y como se expresa tanto en nuestro cuerpo como en nuestro espíritu ¿de donde surge la emoción? ¿del cuerpo primero y del espíritu después? o más concreto: ¿siento el enfado antes de que mis músculos se contraigan o es la contracción de los músculos algo que viene después? o ¿expreso mi enfado antes de que sepa que estoy enfadado? Estas preguntas nos llevan directamente a la esencia de la practica budista, estudiarse a si mismo, estudiar el yo. Si seguimos el ejemplo del enfado, podemos observar, que si reaccionamos de manera atenta en cuanto al enfado es posible disminuir su intensidad. Esto de tal manera que con el tiempo las consecuencias de la emoción pueden experimentar una transformación. Una transformación que no ocurre por medio del pensamiento discursivo que siempre implica una interpretación de la realidad sino que por medio de la practica activa de la atención al observar de manera atenta la esencia de la emoción.

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