EL VIENTO

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Aire aullador.
La redes no retienen,
Las aguas del mar.

El viento del tiempo galopa por el espacio sin descansar. De noche y de día, instante tras instante, dejando atrás tanto los momentos amargos como los de afecto y de comprensión. Nos preguntamos ¿dónde están las lagrimas de ayer? ¿dónde quedó la sonrisa que llenó el corazón de gratitud? ¿Aullará el viento de tristeza, o será de felicidad? La agridulce soledad. Lo único fijo en este constante ir y venir. La soledad de toda piedra y de toda flor, la soledad de la luna, la soledad del sol.

La soledad en la cual nuestras ilusiones son la más pura verdad de la misma manera como la más pura verdad es una ilusión. Contradicciones que solo fingen contradecirse pero que en realidad indican hacia la verdadera naturaleza de la realidad. Un realidad que se escapa cada vez que la intentamos atrapar al igual que el agua del mar cuando se le intenta retener solo con una red. Un esfuerzo tan vano como el intento de retener el viento. Tan sin sentido como el ver flores donde no las hay y tan ilusorio como el intento de ver nuestro rostro en el espejo de la verdad sin abrir los ojos de nuestro interior. Contradicciones que reflejan porque el intentar liberarse de la ilusión en si ya es una ilusión y que a la vez nos revelan que creer haber comprendido como son las cosas no es lo mismo que ver las cosas como son de verdad.

Pues algunas veces creyendo haber comprendido lo que es la no dualidad concluimos que la separación entre nosotros y los demás es una ilusión. Pero aun así seguimos separando entre el sufrimiento humano del sufrimiento animal. Y si creemos haber comprendido este punto también y abrimos nuestro corazón para el mundo animal, aun así seguimos separando entre el mundo vivo y el mundo material. Y si pensamos haber comprendido este punto también aun así seguimos creyendo que el viento del tiempo nació en algún sitio y que en otro diferente padecerá.
Un lugar en el cual el budismo Zen se encuentra con la ciencia. Con la teoría del Big Bang y el psicoanálisis a la vez. Como una gota que es una gota pero que en todo instante contiene en si también todo el mar. Y aun así preferimos optar por el cambio de las circunstancias externas a un cambio desde el interior. Aun conscientes del hecho de que cualquier observación de lo exterior al pasar por el filtro de nuestros sentidos y nuestra conciencia siempre implicará distorsión. Aun sabiendo que todo lo exterior no es más que una impresión pasajera.

El viento puro no fuese puro si no soplase tanto en el exterior como en el interior. Si no nos indicara que así como lo exterior no es más que una impresión pasajera también lo interior lo es. Así como incluso el inmaculado espejo de la verdad no es otra cosa que una efímera impresión. ¿Pero que significa que tanto lo exterior como lo interior, así como el mismo espejo de la verdad no son más que solo una ilusión? ¿Acaso no enseñar la implacable verdad?

Cuando el maestro Fuke (1) del distrito Chin entraba en una ciudad solía tocar una campana y decir:

Cuando aparece el espíritu claro, lo dejo ser claro.
Cuando llega un espíritu ciego, lo dejo ser ciego.
Cuando el viento llega de todas las direcciones, desde cuatro u ocho direcciones,
Lo dejo ser un remolino.
Y si llega a aparecer el espacio,
Le golpearé una y otra vez.

Un día el maestro Rinzai le ordenó a un monje atrapar al maestro Fuke y sin que le fuese posible moverse, preguntarle:

– ¿Y si no llega ni un espíritu claro ni uno ciego, que haces entonces?

El maestro Fuke se liberó del agarro del monje y le respondió:

– Mañana va haber una cena formal en el templo Dai-Hi.
Devuelta donde el maestro Rinzai, el monje le contó a su maestro lo sucedido.
El maestro Rinzai dijo:
– Yo siempre he pensado que este no es un monje común.

El viento del tiempo galopa por el espacio sin descansar. De noche y de día, instante tras instante dejando atrás tanto los momentos amargos como los de afecto y de comprensión. ¿Qué sentido tiene preguntarse, dónde están las lagrimas de ayer o dónde quedó la sonrisa que llena el corazón de gratitud? ¿Qué más da si el viento aúlla por tristeza o de felicidad? Aire aullador ¿no te das cuenta? Más allá de la ceguera o la claridad, más allá de la ilusión o del despertar, el verdadero espejo de la verdad es la vida misma que no cesa de palpitar.

(1) Caso 22, Shigi Shobogenzo – Colección de 301 Koan, Eihei Dogen

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