EL PUNTO DE PARTIDA


La ola se disuelve, el océano se queda – proverbio japonés

Hay un punto que en nuestra práctica debemos tener muy claro y que representa el punto de partida del Zen: nuestra práctica consiste en volver en todo instante a la calma y a la claridad del espíritu. Para eso las olas y el viento en nuestro espíritu deben tranquilizarse y es importante no dejarse llevar por la emoción si queremos estar presentes en este instante – si queremos ayudar de verdad. Las aguas turbias deben asentarse y la excitación debe calmarse si queremos escuchar algo más allá del ruido de nuestra conciencia.

En su poema XX Neruda dice (1):

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.»
El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Cuando llegan momentos como los que describe el poeta, cuando vemos que la noche esta estrellada y que tiritan los astros a lo lejos, cuando vemos que el viento de la noche gira en el cielo y canta, hay una manera muy concreta en nuestra práctica sobre como llevar estos sentimientos para que la emoción no nos saque de balance: dirigiendo nuestra atención hacia el punto de partida de nuestra práctica que consiste en observar con atención la esencia de la emoción.

Observamos así de donde surgen los sentimientos, de donde vienen las emociones y lo que provocan en nosotros y comprendemos que lo que sentimos no es una coincidencia sino que obedece a las reglas fundamentales de nuestra existencia: la impermanencia y la mutua interdependencia. Y comprender realmente que nada es una coincidencia y que tanto nuestra existencia como la de todos los fenómenos es inpermanente y sujeta a la transformación nos ayuda a mantener la calma en nuestro interior. Manteniendo la calma en nuestro interior podemos observar que toda emoción, tiene su punto de partida dentro de la ley de causa y condición y que este punto de partida indica con claridad que no es la emoción lo que nos impide ver aquello que esta más allá de nuestra percepción condicionada de la realidad sino que el no comprender que la emoción en el mundo real tiene una importante función. Las emociones nos permiten sobrevivir, nos ayudan adaptarnos al medio ambiente, nos ayudan a defender nuestros intereses y actuar si es necesario. Algo que una vez más indica que la emoción también pertenece al mundo real.

En el budismo se dice que la verdadera compasión va mas allá del bien y el mal. Esto porque la compasión implica unidad. Unidad entre afuera y adentro, unidad entre yo y los demás, unidad entre el sufrimiento y la felicidad. Es así como comprendemos que
el sufrimiento no es malo sino que es solo la otra cara de la felicidad y que la felicidad no es buena sino que la otra cara del sufrimiento. Donde esta comprensión aparece, lo que entendemos convencionalmente bajo sufrimiento o felicidad desaparece y la vida se manifiesta de instante en instante libremente y sin categorías. Así cuando toca ayudar simplemente lo hacemos, y lo hacemos con un espíritu claro, que a pesar del ir y venir de la tempestad conserva la certeza que detrás de las nubes de tempestad el cielo esta vasto y despejado. Esta es tal vez la esencial enseñanza cuando observamos nuestras emociones con atención.

El Koan veintiocho del Shinji Shobogenzo en el post anterior se cuestiona que es una persona que ha realizado la verdad y utilizando una antigua metáfora sobre el canto del dragón se explica que dentro de esta verdad existe tanto la alegría como la conciencia. Una realidad que podemos experimentar pero que no es algo ni que podemos ni oír ni atrapar. Pero ¿cuál será la vía que nos conduce a realizar esta verdad? ¿No será entonces que justo en nuestras emociones encontramos la vía manteniendo el espíritu sereno en cualquier situación? Tal vez sea entonces cuando más cerca estemos de comprender la profunda realidad que se encuentra más allá de cualquier dualidad. Tal vez sea entonces cuando podamos escuchar el canto del dragón y comprendemos a la vez porque, suceda lo que suceda, la sangre del corazón nunca deja de fluir . Pues el canto del dragón en un palo seco está en todos lados, está en todo lugar, en todo instante y en cada uno de nosotr@s dado que todo fenómeno, todo acontecimiento expresa la verdad inmaculada que Gautama Buda enseñó: sunyata es la forma, la forma es sunayata (2)

Enseñanza que se expresa con el espíritu y el cuerpo tanto a través de zazen como las ceremonias de nuestra tradición, donde no solo practicamos la atención sino que también expresamos nuestra gratitud hacia todas las existencias de los tres tiempos y en las diez direcciones que nos permiten estar aquì y ahora y dedicar los meritos de nuestra practica por el bien de todos los seres.

(1) Veinte poemas de amor y una canción desesperada – Pablo Neruda
(2) El sutra de la gran sabiduría – ver sección sutras de este blog

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