YO, MÍO, PARA MI


Quinientos monos están mirando el reflejo de la luna en el agua y piensan: «Que maravilla de fruto, tenemos que cogerlo» Juntos, desde el valle hasta el lago, se agarran de la mano para coger ese maravilloso fruto de la luna que se refleja en el agua y todos caen al agua – Nirvana Sutra

Un nuevo año comienza y nos proponemos nuevas metas: vivir mas conscientes, mantener un mejor balance entre nuestra práctica y la vida cotidiana, apreciar mejor nuestra vida o tal vez simplemente dejar de consumir tanta carne. En si nobles intenciones ¿pero son todos estos propositos algo más que una ilusión mas sutil que las demas? ¿no se encuentra detrás de estos propósitos la misma estructura de un comportamiento acondicionado por nuestra ambición que nos lleva corriendo de un anzuelo a otro? Seguramente, porque mientras que haya una separación entre alguien que se se propone algo y un objetivo, esto siempre será así. De esta manera se puede observar con claridad nuestra capacidad de crear una ilusión tras otra, también dentro de nuestra práctica.

En las diferentes tradiciones budistas existen diferentes maneras de afrontar las ilusiones, una de las principales causas del sufrimiento. En el Budismo Zen de la escuela Soto, las ilusiones constituyen la base para nuestra práctica. Por medio de la practica de Shikantaza – solo sentarse – comprendemos que todas nuestras ilusiones y deseos son en si mismos la verdad inmaculada. Por lo tanto nuestra práctica no consiste en cortar las ilusiones si no que enfocamos nuestro esfuerzo en lo que hacemos de ellas.

Al hacer de nuestras ilusiones la base para nuestra práctica, al hacernos uno con lo que nos provoca dificultades, pasamos diferentes procesos desde la desilusión hasta la duda, pero siempre hay algo que manifiesta la verdad inequívoca y a lo que siempre podemos volver: esto es la postura de nuestro cuerpo. De esta manera, a la medida que nuestra practica va madurando, crece la confianza porque tenemos la certeza de que toda duda se resuelve cuando simplemente nos entregamos completamente a nuestra postura. Es entonces cuando nos damos cuenta que no existe otra alternativa a simplemente sentarse en Zazen y podemos afrontar la ilusión mas grande, como lo es la del yo separado que afirma: yo, mío, para mi.

En el Fukanzazengi (ver sección Sutras de este blog) el maestro Dogen habla de un elemento central en nuestra practica: Hishiryo – el pensar sin pensar. A partír de Hishiryo la vida y el mundo se observan sin separación entre uno mismo y se crea la base para la acción correcta que no esta limitada por un yo condicionado si no que encuentra la verdadera libertad al hacerse uno con todo momento de nuestra vida. ¿Donde queda entonces un espacio para el rechazo o para el apego? ¿Donde queda un espacio para un propósito que se encuentra en el futuro y que esta separado de la vida en este instante? La acción correcta nace de nuestra ilusiones en el momento en el cual nos damos cuenta que se trata de una ilusión y al volver al instante presente, aquí y ahora, sin anadir nada mas.

En el capitulo Bendowa, del Shobogenzo, el maestro Dogen aclara porque Zazen es la forma mas directa de saltar dentro del espacio del Tathagata:

En el Dharma de Buda, la práctica y la iluminación son absolutamente lo mismo. Al ser esta la práctica de la iluminación, la búsqueda de la verdad de un principiante es todo el cuerpo del estado original de la iluminación. Es por esto que los maestros ancestrales enseñan, en las precauciones practicas que nos han traspasado, el no esperar ninguna iluminación aparte de la práctica. Y esto porque la practica en si corresponde al estado original de la iluminación. Al tratarse de la iluminación de la práctica, la práctica no tiene fin; al tratarse de la práctica de la iluminación, la práctica no tiene comienzo. Asi es como el Tathagata Shakyamuni y el venerable patriarca fundador Daikan, se sintieron atraídos e impulsados de igual manera por la práctica que existe en el estado de la iluminación. Los ejemplos de todos aquellos que permanecieron y mantuvieron el Dharma de Buda son así. La práctica que nunca está separada de la experiencia ya existe: habiendo recibido afortunadamente la transmisión directa de una parte de la sutil práctica nosotros que somos principiantes en búsqueda de la verdad, poseemos de manera directa, en el estado sin intención, una parte de la experiencia original. Recuerden, para evitar que contaminemos la experiencia que nunca está separada de la práctica, los patriarcas budista nos han enseñado en forma repetitiva, el no ser negligente en la practica.

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