GLOBALIZACIÓN


Sin principio ni fin, sin nacimiento ni muerte, solo cambio

¿Por qué le tememos a la globalización? Frecuentemente escuchamos respuestas como: «Porque en una cultura basada en la competitividad las culturas que constituyen la mayoría tienden a eliminar a las culturas minoritarias aplicando la asimilación». Pero esta claro que así la multiculturalidad no puede funcionar. Esto porque por una parte la acción dualista provoca la reacción y las minorías adoptan una actitud de defensa al temer por su subsistencia; pero también porque al afirmar que la division existe, al acentuar lo que nos separa, nos estamos negando a la unidad.

¿Pero como afrontar entonces este conflicto de manera concreta? En el Zen decimos: no hay afuera, no hay adentro. Si nuestro espíritu esta tranquilo, todo esta tranquilo. Pero para llegar a este punto es necesario realizar una comprensión profunda que no se limita solo al intelecto sobre la verdadera naturaleza de toda existencia. Y esto lo realizamos a través de nuestra práctica de Zazen donde comprendemos que tiene que haber un cuestionamiento y un cambio en nuestro comportamiento que esta condicionado por la sociedad competitiva.

De acuerdo a la comprensión budista la ilusión surge del apego y es la expresión de la ignorancia. Incluso se puede ir un paso más allá y hay maestros que sostienen que del espíritu de apego es de donde surge el círculo del renacimiento. Así, el apegarse, el posarse en algún pensamiento es lo que verdaderamente nos amarra a la vida y la muerte.
Durante Zazen podemos observar este proceso de apego una y otra vez. El apego del espíritu a algún lugar o a algo que desea o rechaza y por lo tanto le sostiene y no le permite liberarse. Esto en la practica significa que en el mismo momento que seguimos nutriendo el pensamiento sobre algo, hemos abandonado el estado original y nos encontramos en el mundo de los pensamientos, de las esperanzas o del temor. Por lo tanto la actividad mental en nuestra práctica de Shikantaza consiste en volver una y otra vez a la condición normal: a la unidad entre el cuerpo y el espíritu en el aquí y ahora. Así nos damos cuenta que la mayoría de los miedos son imaginarios y no corresponden a ningún peligro real. Es durante Zazen donde nos damos cuenta que todos los pensamientos, las imágenes, las formaciones mentales son solo proyecciones de la mente. Al no alimentar los pensamientos personales, al no intentar alcanzar la verdad ni cortar las ilusiones podemos comprender que existe una conciencia intuitiva que es completamente diferente a la conciencia habitual que mueve la sociedad.

¿De donde surge entonces la acción justa? Cuando la actividad de Zazen es prolongada a la vida cotidiana, la acción en la unidad puede ser comparada con una piedra y una chispa. En cuanto le pegamos a la piedra, salta la chispa. No hay ningun espacio entre la piedra y la chispa donde algún pensamiento podría posarse. En la acción justa las emociones pueden llegar, pero no nos identificamos con ellas.

En nuestra práctica hay muchas formas de expresar la unidad en la acción. Una de estas formas es Sanpai. Cuando hacemos Sanpai nos prosternamos tres veces. Con este gesto saltamos de una vez directamente dentro del espacio del Tathagata.

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