EL OJO DE BUDA

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El sol saliendo,
Luz llega a los ojos.
Instante sin fin.

La historia del hijo perdido, tanto en la Biblia como en el Sutra del loto es una historia de esperanza y de reflexión. Propicia para el dialogo interreligioso e intercultural. Un mensaje de paz en tiempos de duda y confusión. En tiempos en los cuales ya no estamos tan seguros si seremos capaces de enfrentar los problemas que se aproximan. En los cuales mientras discutimos y nos peleamos la naturaleza y las generaciones que vienen nos están exigiendo madurar antes de que sea demasiado tarde y corregir nuestra actitud de querer siempre ser los mejores, de querer siempre más y mas como si fuésemos los únicos sobre el planeta y fuésemos destinados para vivir una eternidad. En este sentido, la pregunta si no somos todos un poco como es hijo perdido que posee todos los tesoros del mundo pero aun así sigue buscando y buscando, sigue teniendo la misma actualidad que hace milenios atrás. Algunas veces escuchamos hablar sobre la supremacía de la ciencia sobre la religión y la espiritualidad ¿pero no nos estará indicando está pequeña historia que sea en el ámbito que sea, como seres humanos como especie aun no hemos dado con la verdad? Tanto en el Sutra del Loto como en la Biblia el hijo perdido simboliza al buscador. Un buscador que aunque no sea consciente de ello siempre tiene a mano reencontrarse con el padre. En la mayoría de las religiones a través de la oración. En el Budismo a través de la meditación. Ósea que en toda religion el hijo perdido en realidad tan perdido nunca está. Es como el pez que nada en el océano y que ilusionado por su pregunta y sus deseos se pregunta que es el océano. Si reconociésemos con claridad que no hay separación entre nosotros y el océano, tal vez nos sería más fácil dejar ese tipo de conducta competitiva que daño produce a nuestro alrededor y por ende también a nosotros mismos.

La actividad principal durante zazen, es justamente esa, retornar una y otra vez de la ilusión al océano de nuestra naturaleza original. A partir de ahí podemos seguirnos preguntado juntos tantas otras cosas mas: ¿Qué es la culpa? ¿qué es el perdón? ¿Qué es la aceptación? Durante zazen, soltamos toda culpabilidad, toda vulgaridad y se la entregamos al universo. Nos confiamos al cuerpo y a nuestra postura y permitimos que todo se exprese en nuestro interior. ¿Qué hay que temer? ¿Por qué no darle a nuestra bondad intrínseca una posibilidad? ¿Que si detrás del animal feroz nos encontremos con nuestra bondad intrínseca? En medio del lodo la flor de loto abre sus pétalos ante la luna y su esplendor. Aquello que llamamos el verdadero yo acontece. Desde esta experiencia es mucho mas fácil perdonar. Se reconoce que perdonar en realidad es perdonarse y perdonarse perdonar. Tal vez ocurra algo muy parecido también durante la oración.

En este sentido creemos que es el momento oportuno para mencionar que si alguien busca la verdad no es necesario cambiar de religión. ¿Quién sabe si incluso ni deba? Pues la verdad es que no existe una religión mejor que otra. Al fin y al cabo no existe una verdad mejor. Por lo tanto es suficiente con practicar lo que se practica de una manera sincera y entregada. Hasta comprender y sentir. Hasta percibir. Hasta que no quepa ni un pensamiento entre el océano y el yo. Hasta que el yo sea el océano. Hasta que nos encontremos con el ilimitado amor.

Ósea que esta muy bien compartir comprensión sobre aquello que nos une. Esto nos ayuda a ver con mas claridad aun lo común y distinguir claramente lo que provoca confusión y nos separa. Como el uso de la diferencia cultural para hacer política o para excluir. Y desde ahí incluso podemos ser mas claros aun y concluir: ahí donde se recalca la distinción cultural o religiosa es porque hay fines concretos detrás. Sea de manipulación o sea de instrumentalización y esto nada tiene que ver con la experiencia genuina que puede otorgar la práctica espiritual . ¿Una teoría conspirativa? Solo se requiere observar con atención. Sabiduría es saber distinguir lo que está bien y esto implica ver más allá de la fragmentación. En este sentido el dialogo interreligioso ayuda también a profundizar nuestra propia práctica y a desarrollar el ojo de Buda. La visión de aquello que se encuentra justamente más allá de la separación. A partir de ahí podemos observar y distinguir con claridad. Hay quienes en su fe aun no confían plenamente, que ven la manipulación y piensan que no pueden darse el lujo de perder y que deben ser mejores que los demás volviendo así a caer en el error de la separación.
Pero tal vez sea la hora de que toda práctica espiritual se comprometa con nuestro planeta de verdad. Que se comprometa con la sociedad en la que vivimos mas que con el poder. En este sentido y para seguir profundizando sobre lo que puede ser el ojo del Buda en el budismo Zen les dejamos con un poema del maestro Nyojo, el maestro de Dogen Zenji:

Esta mañana es el primer día de febrero.
Los ojos del flabelo se están saliendo.
Tan claros como un espejo y negros brillantes como la laca.
Repentinamente se salen
Y se tragan de una vez todo el universo.
Los alumnos de Tendo aun se pegan con muros y setos.
¿Que es en definitiva este ojo?
Dar hasta la extuanacion, reír de todo corazón,
Sin preocuparse dejárselo todo al viento de primavera.

El maestro Dogen comenta estos versos de la siguiente manera (1):
El hecho que los alumnos se peguen con muros y setos significa que todo de los muros y todo de los setos devuelven la pegada. Un ojo así existe. Esta mañana, Febrero y el primer día son instantes concretos del ojo de Buda. Nosotros decimos que son los ojos del flabelo. Porque resaltan de repente, existe este día. Porque se tragan el cosmos cien mil veces, existe febrero. Cuando todo es dado hasta la extuanacion, esto es el primer día. De esta manera se realiza la fuerza y vitalidad del ojo de Buda.
(1) Eihei Dogen: Shogobenzo Ganzei

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