CUENTO ZEN


Ser libre en el espiritu significa que el espiritu refleja las funciones de todo el universo – Eihei Dogen

Como padre, la diversidad de conceptos en cuanto a la educación de nuestros niños nunca ha dejado de asombrarme. Conceptos que van desde la gestión de los requisitos que son necesarios para que el niño acabe siendo un miembro bien integrado en esta sociedad hasta aquellos que postulan por aceptar al niño como una persona integra con plenos derechos y darles el espacio para desarrollarse en armonía consigo y con su ámbito social. Maravillosas recetas sobre la educación pero con las cuales frecuentemente no se que hacer. ¿Será culpa de la pedagogía? ¿Seré yo? ¿O será porque la verdad esta más allá de las palabras? Hecho es que en la convivencia con mi hijo muchas veces no se quien educa a quien. Lo dijo porque esta es la sensación que muchas veces tengo al convivir con mi hijo. Y es que este niño de seis años de edad esta especializado en aniquilarme sin preaviso alguno cualquier clase de concepto, categoría u otros valores fijos que mantengo sobre la realidad. Un hecho que le agradezco infinitamente pero que no por eso me hace la vida mas fácil. Recientemente, me preguntó así del nada:

– ¿Papá, porque festejamos cumpleaños en un determinado día y no todos los días del año?

Al principio la idea me pareció descabellada. Vivimos en una sociedad de eventos y esto seria su culminación, fue mi primer pensamiento. Después del primer susto, mientras el jugaba le seguí dando vueltas a su reflexión: nuestra vida no acontece ni en el pasado ni en el futuro y si viviésemos todo los días como si fuese nuestro cumpleaños tal vez podríamos liberarnos algún día de esa costumbre mental que nos inculca que el tiempo conoce un comienzo y un fin. Ingenuidad infantil solemos decir muchas veces. ¿Pero que es lo que hay detrás de esa ingenuidad? ¿Se trata de una interpretación distorsionada de la realidad o es que la conciencia no se desarrollado todavía de tal manera que el niño tiene una noción fresca de la realidad?

¿Papá, por que tengo que irme a la cama?
– Porque ya desde hace mas de una hora que debieses estar en la cama y por que yo soy tu padre y te los digo.
– Si es por eso, yo soy tu hijo.
– ¿Y?
– Tu te haz convertido en mi padre en el mismo instante que yo me convertí en tu hijo.

¿Se le llama a eso autoconfianza? ¿O es la confianza en el verdadero ser que nos dice que todo es autentico así como es, que todo tiene su propio lugar y su propia razón de ser? Como sea, mi hijo me enseña humildad y me pregunto ¿puedo realmente aceptar a mi hijo completamente sin haberme aceptado yo a mi mismo en mi integridad? y ¿que significa integridad en un mundo que se encuentra en constante cambio?

Llegando a este punto, muchas veces me pregunto como debo llevar esta inseguridad frente a mi hijo que requiere seguridad. En eso he descubierto lo precioso que es para la convivencia la práctica de la atención. Precioso para la convivencia con el niño y precioso para la practica misma. Comprendido así la relación entre los padres y los hijos puede ser un campo muy fértil para la práctica budista donde se pueden cultivar todos los aspectos de nuestra religión: la generosidad, la disciplina, la paciencia, la energía, la concentración y la sabiduría – los seis paramitas de la Vía del Bodhisatva y eje del budismo Mahayana.

En la convivencia con nuestros hijos practicamos , Dāna, la generosidad. Aquel acto benevolente que no es comprendido como un acto generoso en cuanto al niño por que este requiere ayuda o porque el niño se encuentra en posición inferior, sino que como un acto de comunicación incondicional. Un acto de intercambio con el niño en el cual lo damos todo al hacer lo que requiere este instante sin más y que va más allá de nuestras opiniones personales, más allá de nuestros prejuicios o cualquier otro pensamiento.

En conexión con la generosidad nos encontramos con la práctica de Sīla. Aquella disciplina que no tiene que ver con ideas fijas sobre la educación sino que tiene como listón el balance, donde todo esta en su lugar y en movimiento a la vez. La disciplina que nos permite estar en unidad con el universo al abandonar de hacer aquello que es nocivo y al hacer aquello que requiere el instante y así que nos permite fluir con la ley de causa y condición.

De esta manera practicamos con nuestro niños también Kṣānti – la paciencia. Aquella paciencia que no conoce expectativa y que nos permite estar completamente presentes en el instante y que nos enseña a vivir en armonía con nuestra familia. La paciencia que esta llena de energía y que nos permite avanzar sobre la Vía.
Sobre la energía – Vīrya – Nuestros hijos tienen mucho que enseñar, dado que para los niños dependiendo de la edad todo es nuevo o tienen aun pocos prejuicios lo que les permite mantener un interés vivo por todo lo que les rodea. Este vivir más allá de las categorías, nos muestra frecuentemente, que son nuestras propias construcciones mentales lo que nos impide hacer progresos en nuestra propia evolución.

Este “simplemente vivir” que bien se puede observar en el comportamiento infantil nos lleva a otro aspecto de nuestra práctica a la cual llamamos Dhyāna – la concentración. Sea al comer, al jugar o en cualquier otra actividad, sobretodo los niños pequeños están completamente presentes el la respectiva acción. Es un estado de conciencia despierta que muchas veces es malinterpretado por los adultos que le imponen al niño su parecer. ¿Por qué cuantas veces no podemos observar que los niños son interrumpidos justamente por los adultos en su concentración? Y eso que esta concentración natural de los niños no demuestra todos los aspectos de nuestra condición natural. Los niños no requieren aclararse en cuanto a su verdadero yo, porque siempre son uno con lo que hacen y son por lo tanto la luz misma.

De esta manera al convivir con los niños podemos experimentar la sabiduría – Prajñā. La sabiduría en las cuales encontramos Dāna, Sīla, Kṣānti, Vīrya y Dhyāna y que en el budismo se estan más allá del pensamiento y la conciencia y que se desarrolla a través de la practica de la atención. Aquella sabiduría que es necesaria para responder preguntas como:

– Papá, el budismo dice que debo proteger toda vida ¿entonces que debo hacer con las polillas en nuestro armario?

En el Genjo Koan el maestro Dogen dice „practicar la vía de Buda significa, estudiarse a si mismo” y esto es justamente a lo que nos invita la convivencia con los niños. Nuestros hijos nos posibilitan cuestionar la verdad en cuanto a su autenticidad y experimentar de manera real hasta que punto se debe practicar la verdad. Y tal vez hay otro punto que no debemos olvidar: en todo instante un niño es completamente un niño y al igual que nosotros el autentico despertar. Por lo tanto no es importante quien educa quien porque todos somos un fragmento de tiempo solo aunque siempre y en todo instante también el verdadero ser. Dentro del océano del Dharma no existen gotas grandes o pequeñas, no existe adentro y afuera porque todo es unidad.

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