CUENTO ZEN

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La nube blanca y la montaña azul

La nube blanca era la fiel compañera de la montaña azul. Todo el mundo, los humanos, los animales, las plantas y todas las cosas conocían a las dos amigas, ya que pasase lo que pasase, la nube blanca y la montaña azul se eran fieles compañeras y siempre estaban juntas ahí, entre dos montañas a las faldas de un lago, bajo el infinito cielo azul. Así la nube permanecía siempre cerca de la montaña y la montaña aun si hubiese podido mudarse a otro lugar por supuesto que antes de tomar cualquier decisión le hubiese preguntado a la nube si le quería acompañar. Incluso habían voces que decían que la montaña azul existía solo porque tenia a su lado a la nube blanca. Lo que valía también al revés, ya que si alguien buscaba a la nube blanca lo primero que hacia era mirar donde estaba la montaña azul.
Un cierto día, la nube blanca notando que la montaña estaba triste le preguntó a su amiga:

– Querida montaña azul, te veo triste y de mal humor ¿Qué es lo que te tiene así?

– Querida nube, todo en este mundo tiene su final. Las flores, las hojas, los animales y hasta incluso el bosque. Lo que a mi me preocupa ahora es ¿a dónde iras cuando ya no estés?

– Querida montaña azul ¿eso es lo que te pone triste? Le preguntó la nube a su amiga. Si eso es lo que te tiene así, me será fácil consolarte porque aunque algún día yo ya no este, yo siempre seguiré estando junto a ti.

– Lo dices solo para tranquilizarme y porque sabes que sin ti yo no puedo ser. Dijo la montaña ahora más triste aun.

– Querida montaña ¿y es que muere el rocío jamás? A diario llega se queda solo por algunas horas y luego se va. Pero podemos decir por eso que ya no está? ¿acaso no es parte del infinito circuito del agua?. Y así como el rocío también las nubes: los vientos nos mueven, nos acorralan y en forma de lluvia, de rocío o de nieve volvemos devuelta a la tierra. Penetro en la tierra de la que estas compuesto tu, me reciben las flores, me hago uno con los ríos y con el mar. De ahí me vuelvo a condensar, me convierto en vapor y vuelvo a ganar mi forma de nube otra vez. El circulo se vuelve a cerrar. Y nuevamente nos acechan los vientos hasta provocar una nueva precipitación y así sin fin. Dime entonces querida montaña ¿en que momento he dejado de estar cerca de ti?

– Todo esto ya lo se querida nube ¿pero porque aun así sigo estando triste?

– Tal vez simplemente por que lo haz olvidado. Responde la nube con tranquilidad. Haz olvidado que todo esta conectado con lo demás. Haz olvidado que no hay nada que nos pueda separar, que la separación es una ilusión.

Ahora la montaña se sentía profundamente en paz y llena de gratitud. Se lo quiso dar a entender a su amiga pero al alzar la vista vio que la nube le entendía y comprendío que no requería ninguna palabras más.

„Vida y muerte son preguntas importantes. El tiempo pasa rápido como una flecha. A aquellos que siguen la vía: no se alejen de este instante“. Esta frase la vemos muchas veces escrita en la madera de los templos zen que llama todas las mañanas a los monjes y monjas a la meditación. Muchas veces me he cuestionado sobre el sentido de esta frase “la vida y la muerte son preguntas importantes”. ¿Quizás quieran decir estas palabras que con la muerte una persona deja de existir y se transforma en Ku – la nada? ¿O es tal vez la muerte una especie de prueba que nos permite dar un paso más allá hacia un estado superior? ¿O tal vez será que el ser humano posee en su interior una parte espiritual que se traspasa de un cuerpo al otro hasta que alcance el nirvana y deje de volver? Se dice que Buda nunca se expresó en cuanto a la muerte o sobre lo que viene después así que no encuentro ninguna respuesta en cuanto a lo que puede significar la pregunta sobre la vida y la muerte en ningún manual. Sigo buscando y en esta búsqueda me asombro al llegar a la conclusión que tal vez existan tantas respuestas a esta pregunta como humanos sobre la tierra o tantas respuestas como pensamientos quizás. Pensamientos como aquellos a través de los cuales diferenciamos entre el bien y el mal, entre grande y pequeño, adentro y afuera y que acostumbran a nuestra mente a mantener y crear prejuicios. Prejuicios como aquellos que porque los hemos escuchado algún día por ahí nos hacen afirmar: “un budista no come carne; un budista no toma alcohol; un budista cree en la vida después de la muerte”. Prejuicios que hacen de las enseñanzas del Buda un “Ismo”. ¿Pero no es todo Ismo una especie de continuación de un concepto que tapa la verdad que se esconde más allá de nuestra percepción? A partir de esta perspectiva, una vista que no acepta que un “Ismo” pueda ser la verdad absoluta, me pregunto: ¿qué significa entonces ser budista? Y llego a la conclusión que lo que más se acerca al ideal de una persona que de corazón busca realizar la vía es una persona que conscientemente deja de diferenciar entre una cosa y la otra al abstenerse a apegarse o a rechazar. ¿Por qué? porque en el mismo instante en el que diferenciamos dividimos la realidad en dos, en lo observado y el observador y hacemos del Budismo un “Ismo” o un Ideal. De este modo llego a la pregunta: ¿no será la pregunta sobre la vida y la muerte también una forma de diferenciar? Y me dijo: Tal vez sea todo simplemente tal y como es – sin ningún sentido adicional. Pues si esto fuese así la pregunta sobre la vida y la muerte sería solo una cuestion de conciencia ya que si en todo instante en el que vivimos no distinguiésemos ni entre la vida y la muerte la palabra vida no seria otra cosa que la vida misma. Tal vez.

Ensō es un símbolo que proviene de la caligrafía japonesa y que describe el universo, la unidad entre la forma y el vacío, a través de un circulo. Este circulo expresa también el momento en el cual el cuerpo espíritu se encuentra libre de la consciencia y por eso puede desarrollar todo su potencial creador. Un estado que nos permite hacer nuestro sueño realidad. Así que el Ensó es redondo, tal cual la nube blanca y la montaña azul que son en todo instante el circulo mismo pero también elementos del circuito vital. Como todas las nubes de este mundo, que a través del viento se transforman en precipitación y mantienen así en marcha el movimiento universal. Así es Ensō la expresión de la paz espiritual y de la compasión. Una paz, que encontramos cuando abandonamos toda distinción como tierra y agua, dentro y afuera, grande o pequeño o incluso vida y muerte, y nos hacemos uno con todo lo que este instante es.

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