COMUNICACIÓN

SONY DSC

No se inmuta,
Ante el ir y venir,
El lago puro

En la práctica del Zen una pregunta tan inevitable como el exhalar es la duda ¿a que sostenerse cuando la mas alta verdad nos dice que absolutamente todo, se encuentra en constante proceso de transformación. ¿En que apoyarse si aquello que supuestamente nos debiese dar refugio y seguridad, nos dice que lo único seguro que hay es la inseguridad?

Observamos como la información que nos llega del exterior influyen sobre nuestra vida espiritual de la misma manera como nuestros temores y nuestros gustos se ven reflejados en los medios de comunicación y nos cuestionamos ¿Qué hacer?
¿Qué hacer cuando la noticias nos revelan que una nación hermana vive sumergida en la sombra del silencio impuesto por la violencia y la corrupción?. ¿En que creer si descubrimos que el fanatismo religioso comienza justamente en aquel momento en el cual alguien creyendo haber entendido que es la verdad juzga sobre los demás? O ¿en que apoyarse si nos damos cuenta que lo que hace un instante creíamos que era la más alta verdad ahora ya no lo es?

Estas preguntas o similares son dudas que tarde o temprano siempre aparecen en nuestra práctica del Zen. Ya sea por que el simple hecho de volver del mundo del pensamiento a los diferentes puntos de nuestra postura corporal una y otra vez algún día inevitablemente nos tendrá que conducir a cuestionar las imágenes y valores que hemos heredado o simplemente porque en el mismo momento en el que pensamos que hemos alcanzado la mas alta verdad, esta ya cambió. Así, tarde o temprano siempre llegamos a la pregunta ¿a que atenerse, en que confiar, cuando la mas alta verdad nos dice que en realidad no hay nada en lo que se pueda confiar?

En la vida cotidiana ante el infinito flujo de información algunas veces escuchamos “lo primero es creer”. Creer en los votos, creer en los mandamientos. A partir de estos es más fácil confiar. ¿Pero en que confiar si descubrimos que creer implica fragmentar la realidad? Una pregunta que en si explica porque incluso los mandamientos en Zen, no son algo que debe ser obedecido sin más. Pues la acción justa se manifiesta solo en el contexto de la realidad concreta de este instante y no en una realidad ficticia o ideal.

La pregunta que surge llegando a este punto es entonces ¿hay algo en lo que se pueda confiar en la práctica del Zen? Una pregunta que el maestro Seppo expone en el Koan 48 del Shinji Shobogenzo que hemos comentado en el post anterior con las palabras:

“Las personas de excelencia, aunque muchas millas les separen, mantienen la misma actitud“

La realidad que encontramos al sumergimos en nosotros mismos introduciendo el foco de nuestra atención hacia el interior. Hacia aquel lugar desde donde podemos ver la realidad sin separación. El lugar donde comprendemos no solamente que la forma es el vacío y el vacío la forma sino que también nos dice que la forma es la forma y el vacío el vacío. La realidad concreta y real de este instante en el cual las cosas son como son y en la cual todas las cosas están entrelazadas entre si. La realidad en la cual no es posible no comunicar porque incluso el no responder es también una manera de responder, concediéndole así incluso al silencio el don de hablar.

Sin entrar en ningún tipo de especulación sobre el porque el maestro Seppo dejó el mensaje del maestro Shibi sin responder, lo que podemos observar al seguir el desarrollo de la historia de este Koan es el hecho que el maestro Shibi desaprobó la manera de responder del maestro Seppo, exclamando:

“El maestro de la cumbre de la montaña ha transcendido lo material, pero aun así no ha reconocido el hecho concreto y real”

Llegando hasta aquí surge la pregunta ¿será que el maestro Shibi desaprobó el comportamiento del maestro Seppo porque consideraba que el maestro Seppo le debiese haber dado una respuesta? O ¿será tal vez por que no le gustó la respuesta que recibió? Hoy, nosotros nos inclinamos por esta segunda opción. Esto porque opinamos que alguien que verdaderamente ha transcendido lo material, quien ha comprendido íntegramente que la forma es el vacío y el vacío la forma, sin duda alguna reconoce el hecho concreto y real. Pues cuando la forma es el vacío y el vacío la forma, la forma es la forma y el vacío el vacío a la vez. Sin un antes ni un después. Todo esto aquí y ahora, en este mismo instante y en este mismo lugar.

De esta manera concluimos que el silencio en todo instante nos es esta comunicando su verdad. Y que así como existe el mudo silencio que se queda en silencio cuando hay que responder, existe también el silencio triste y ausente de colores que surge del temor a la opresión. Que también existe el silencio que se mueve en el mar de la realidad como un pez. Aquel silencio que se abstiene a apegarse o a rechazar y que así se armoniza con todo a su alrededor expresando en toda dirección la más alta verdad. Todas diferentes expresiones del silencio que no admiten comparación ya que cada una de ellas tiene su propio lugar y función. Una conclusión que nos da a entender que aunque todo en este mundo se interrelacione entre si, esto no significa que todo no sea incomparablemente único a la vez.

Esta es la realidad sobre la cual el maestro Shibi y el maestro Seppo no dejan de comunicar. Una realidad que claramente podemos percibir al introducir la atención hacia el interior y que nos permite deducir que el primer precepto del budismo Zen, el „No matar“ comienza en el mismo instante en el que volvemos con nuestra atención hacia el interior y dejamos de fragmentar la realidad.

Marcar el Enlace permanente.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *