LIBERTAD

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Donde estará,
¿adentro o afuera?
La felicidad

Porque la pregunta sobre la vida y la muerte puede ser enfocada tanto desde la vida como desde la muerte nos preguntamos ¿qué es lo que nos hace mirar hacia la vida desde un extremo u el otro? ¿Qué será lo que nos hace temerle a la muerte y que será lo que hace aferrarnos a la vida? ¿Dependerá la manera como enfrentamos la vida y la muerte de una condición especial de la mente? Siguiendo las enseñanzas del maestro Dogen que dicen “Cuando Buda existe en la vida y la muerte, la vida y la muerte no existen” nosotros preferimos creer que le tememos a la muerte y nos aferramos a la vida porque aun no hemos comprendido que vivimos y morimos en todo instante. O con otras palabras morimos cuando dejamos de apreciar la vida al perdernos en lo que pensamos y abrazamos la vida cuando volvemos con cuerpo y espíritu a la realidad.

Ósea que la manera como abordamos la vida y la muerte impregna todo en nuestra vida. No solo la educación si no que absolutamente todo en nuestro entorno, la práctica, la vida en familia, el mundo laboral, la manera como nos relacionamos con los demás y por supuesto también como enfocamos la libertad.

Cuando pretendemos tener una respuesta hacia la pregunta sobre la vida y la muerte o cuando decimos Samsara y Nirvana son no-dos, esto implica que posiblemente tenemos una respuesta en cuanto a lo que significa la verdadera libertad. Así nos encontramos con que frecuentemente se define la libertad como la ausencia de cualquier tipo de presión, sea exterior o interior. Como un estado de la mente libre de presión porque se ha liberado sea a través de la sumisión o incluso a través de la práctica del poder, imponiendonos a nosotros mismos o tal vez incluso a otros nuestra autoridad.

Así, dado que la pregunta sobre la vida y la muerte tanto influye en todo aspecto de nuestra vida profundizamos algo más sobre nuestra práctica en la cual la verdad no es algo que pueda ser fijada o establecida por concepto alguno ni menos por una entidad, dirigiendo nuestra atención hacia el interior. Desde más allá de la separación observamos los valores que rigen dentro de nosotros y nos dicen que está bien y que está mal y observamos porque algunas veces se estima la sumisión consciente de la individualidad como la más valiosa expresión de lealtad. La muerte del yo y el despertar hacia algo más grande que la individualidad. Y entendemos que según lo que practique puede estar bien, pero que a partir de la práctica de Shikantaza no nos deja de sorprender. Nos parece extraño porque vista la verdad como algo que está más allá de cualquier concepto o formación mental, el someterse siguiendo un concepto moral y sin haber aclarado completamente un punto tan crucial como aquel que nos indica que la muerte y la vida existen solo en este instante, en realidad en si es un acto inmoral. Así llegando a este punto tal vez nuevamente tengamos que concluir que muchas veces que pensamos que ya lo hemos soltado todo, todavía queda mucho tramo por recorrer. Incluso tal vez reconozcamos así que siempre que juzgamos lo hacemos desde nuestro punto de vista particular. Que valoramos desde los valores culturales que hemos heredado y que esta herramienta que tanto no ha servido para encontrar nuestro sitio dentro de la sociedad ahora nos impide ver las cosas como son. Lo que resulta parecido a querer valorar un pez por su habilidad de volar. O juzgar un ave por su capacidad de nadar. Lo que no quiere decir que no existan peces que vuelan o aves que nadan, sino que un pez es un pez porque vive en el agua y sabe nadar y que un ave es un ave porque pone huevos, tiene plumas y aunque no siempre sepa volar.

Así nuevamente nos damos cuenta que aunque las diferentes practicas espirituales tengan algunas semejanzas entre si, visto desde el Zen lo más importante es ser diligentes en cuanto a la mente que no se posa en ninguna verdad. Si este punto no ha quedado claro aun , si no hemos comprendido con cuerpo y mente que si vemos la vida como aquel lapso de tiempo entre el nacimiento y la muerte es porque enfocamos la vida y la muerte desde la muerte y no desde la vida, la sumisión no es más que un acto de irresponsabilidad. De irresponsabilidad en cuanto a nosotros mismos y desde cierto punto de vista de sadismo en cuanto a uno mismo o hacia los demás. La responsabilidad comprendida como uno de los pilares esenciales para la verdadera emancipación, la creatividad, la democracia y también para la verdad. La verdad comprendida como el cambio continuo mismo donde todos los fenómenos son diferentes expresiones del yo.

Con otras palabras, nos equivocamos si pensamos que la practica del Zen consiste en someter la emoción a una autoridad superior. Más bien a lo que apunta la practica de Shikantaza es aclarar con nosotros mismos nuestro propio sufrimiento. De esta manera volvemos a la pregunta central de nuestra práctica y nos preguntamos ¿Qué hacer con aquello que invoca en nosotros sufrimiento? ¿qué hacer con nuestras emociones, con nuestras insuficiencias, para liberarnos del sentido de culpabilidad, de la depresión o de la ansiedad? La respuesta a estas preguntas las encontramos en la actividad misma de zazen. Observando los cinco skandhas, observando el proceso de construcción de la realidad, observando claramente que todos los fenómenos interactúan entre si a través de la incesable corriente de causa y condición. Ponemos en practica la vía del medio manteniéndonos entre el rechazo y el apego y tal vez de esta manera lleguemos a la conclusión que en realidad no hay nadie a quien culpar, que la infelicidad es la otra cara de la felicidad y que la ansiedad es solo una condición mental pues en realidad todo lo que alberga nuestra mente no es otra cosa que otro aspecto del yo. Incluso la emoción.

¿Por qué decimos todo esto? Porque la libertad en el Dharma, no es algo que se pueda adquirir, ni por la fuerza ni por la razón, ni por la autoridad. Tampoco exige la libertad que encontramos en el Dharma nuestra sumisión. La libertad que existe cuando Buda existe, solo implica comprender que si percibimos separación entre nosotros y algún aspecto de la realidad es porque esto no es la realidad. Pues cuando todo es Buda, ante el eterno flujo de causa y condición, todo es impermanente y está conectado entre si, sin comienzo y sin fin.

Sus donaciones nos ayudan a tomarnos la libertad para seguir indagando en aquello que llamamos la verdad. Gassho

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