INTUICIÓN


Portal sin puerta,
Entre los edificios,
¿Viste el halcón?

Todo es impermanente. La moda, los gustos, mi opinión, yo, las hojas, el viento, el planeta, el sol. Todo carece de identidad independiente, todo está relacionado con lo demás. La moda, los gustos, mi opinión, yo, las hojas, el viento, el planeta, el sol. Para reconocer estas verdades solo hace falta verlo desde la perspectiva de un halcón. Desde arriba se ve más fácil como están conectadas las cosas entre si. El halcón puede ver el amplio contexto dentro del cual habitan las cosas y a la vez puede observar minuciosamente el detalle también. Me pregunto ¿que vería este ágil ave rapaz si mirase hacia los temas que hoy conmueven nuestra sociedad? ¿Que podría revelarnos a partir de su amplia visión sobre la educación comprendida como acumulación de información? ¿Qué podría decirnos acerca de la riqueza de unos que el la pobreza de otros y que algo que se puede apreciar en toda prenda de textil? ¿Sobre las familias que están dispuestas a exterminar a sus familiares porque viven de otro modo su sexualidad, sobre la mentira enmascarada de verdad?. ¿Qué vería un halcón ante tanta incongruencia, ante tanta ignorancia, ante tanta falta de sabiduría y compasión? No lo sé. No me atrevería a decirlo pues el halcón en los aires es un ave que vive en plena libertad.

Debo confesar que algunas veces me gustaría ser como un halcón. Ver todo desde un contexto más amplio, ser libre, ser rápido, ser tenaz. Así que le observo, le estudio, me pongo en su lugar. Ejercito de esta manera mi propia destreza también. En el habla, en la acción, en la meditación. En la meditación manteniendo presente la atención. En la acción manteniendo el cuerpo con la mente en unión. En el habla haciéndome consciente de que lo que digo porque la palabra influye directamente sobre mi alrededor. Momento. ¿Solo sobre mi alrededor? Aquí en este lugar creo encontrar una vulnerabilidad tanto en mi como en el halcón. Cuando el ave se posa sobre la tierra se hace vulnerable, es casi torpe al caminar y hasta incluso pierde su amplia visión. Algo parecido me ocurre a mi también cuando trato de compaginar mis creencias con la vida en sociedad. Intento todo lo posible para adiestrar mis palabras. Observo a través de las palabras que empleo como interpreto la realidad, a travéz de la imagen del halcón. Veo de esta manera como lo que digo influye sobre la realidad. Empleo la razón, corrijo si es necesario, aplico nuevas palabras que aporten algo positivo a la calidad de vida mía y de los demás. Pero aun así sigue habiendo desorden y sobretodo confusión. Me siento inseguro, casi torpe. Me pregunto por que será. Observo. Intento observar sin separación, sin un aquí y allá, sin un antes y después, sin separación entre el halcón y yo. No, el halcón cuando está sobre la tierra no es torpe, su torpeza es solo mi interpretación. Me pregunto si será el espíritu competitivo que me hace ver torpe incluso al ave más ágil que hay. Creo que este si es un punto importante. Por muchas razones, pero sobretodo porque este es el punto donde se encuentran la razón con la emoción.

Todo es impermanente. Todo carece de identidad independiente, todo está relacionado con lo demás. Estas verdades son validas también para la razón y la emoción. Lo que llamamos emoción es algo que se mueve con todas las cosas que aparecen al pensar. Lo mismo ocurre con la razón. No existe algo fijo a lo que se le pueda llamar la razón. La razón es más bien es un proceso, un movimiento continuo de reflexión, el constante intento de interpretar de manera correcta la realidad. Aun así la razón está en todo instante impenetrada por la emoción. Incluso podemos afirmar que la emoción influye sobre la razón tanto como la razón sobre la emoción. Les solemos separar y me pregunto porque será. Me pregunto porque separamos la razón de la emoción si en realidad entre ambas no hay división. La respuesta la encuentro en la palabra. La fragmentación aparece en el momento en el que dejamos de ver el contexto porque hemos comenzado a conceptualizar. Quizás sea este el momento en el cual nace la confusión, el momento en el cual confundimos el concepto con la realidad. Ósea que en realidad no existe dicha separación entre la razón y la emoción. ¿Porque toda esta aparatosa explicación sobre la relación que existe entre la razón y la emoción? Simplemente para llamar la atención hacia el hecho que no es obvio reducir la razón a la racionalidad. Es más, para indicar que esta ficticia reducción es lo que nos impide aceptar la empatía y la intuición como componentes innegables de la razón y con ello la fuente de muchos males de los cuales padece nuestra sociedad.

En el budismo solemos decir que los sentidos en realidad son un portal. Un portal sin puertas entre el mundo interior y el mundo exterior. Sin puerta porque en realidad nada separa lo interior de lo exterior. Todo lo que existe aquí tiene una correspondencia allá. De la misma manera como todo lo que existe afuera tiene su correspondencia también en nuestro interior. Es aquí donde me vuelvo a encontrar con el halcón. Al vivir en libertad el halcón aparece solo de vez en cuando pero cuando lo hace siempre me recuerda que hay una manera más amplia de interpretar la realidad. Una manera en la que todo tiene su explicación. Una manera que incluso indica que es imposible no comunicar. Ante la realidad que se presenta frente a nosotros no es posible abstenerse. Si hablamos nos implicamos. Si no hablamos también. Con otras palabras, quien desea ser libre como un halcón debe llegar hasta el fin de la dualidad. Donde nadie ni nada requiere de ninguna comparación, de ninguna justificación. Donde todo es impermanente. Donde todo carece de identidad independiente porque todo está relacionado con lo demás.

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