LO SUPERFICIAL

El aire fresco,

El oleaje de la mar.

La superficie.

En la superficie el mar con cada ola ahonda su azul esmalte. Cada una de ellas sea grande o pequeña, tome la dirección que tome, es el viento que constantemente esta tomando diferentes formas. En la superficie veo un indigente que con sus ojos rojos y su piel oscura estira su mano. Veo una cara bonita que desde una jaula de oro me sonríe. Es la misma superficie sobre la que avanza sin cesar la retorica simplista. Con pazos de gigante. Con la misma constancia como la apisonadora del progreso que con nuevas herramientas pero siempre a toda prisa va colonizando todo paisaje salvaje porque supuestamente aun no tiene dueño. Como lo hacen las palabras democracia, justicia, participación, igualdad y transparencia cuando no son acompañadas por los pertinentes hechos. En la superficie todo es un continuo persistente, no solo la verdad. También la mentira, también los privilegios.

En la profundidad el mar no se inquieta con la danza de las olas que provoca el viento. No se incomoda por la insistencia de las rocas. En la profundidad hay un silencio absoluto. Un silencio tan claro y completo que hace comprender que el yo no puede ser algo fijo. Que la voz interior es lo que estoy viendo en este mismo segundo, lo que estoy escuchando, lo que estoy sintiendo. Un silencio tan absoluto como para escuchar en lo profundo lo que al mismo tiempo esta ocurriendo en la superficie. Tan categórico es el silencio que da para sentir incluso que lo que acontece afuera depende de lo que esta ocurriendo en lo profundo. En la profundidad se diluyen las distancias, el norte y el sur desaparecen, y el tiempo…el tiempo es solo un segundo.

El mar es en todo instante tanto lo hondo como lo superficial. Tanto lo rígido como lo fluido. Aun así en esta profunda superficie que todo lo alberga siempre hay algo que se resiste. Algo que se niega a aceptar lo que en realidad es innegable. Algo que se resiste como los dogmas que niegan el continuo cambio. No es el plastico. No son los corales. ¿Serán las comparaciones? ¿Esa mirada hacia arriba que hace distinguir entre lo profundo y la superficie, entre abajo y arriba, entre la luz y la oscuridad, entre uno mismo y el otro? Yo, desde mi punto de vista, diría que si, que la comparación es sin duda un impedimento si, pero que más allá de la comparación, como el telón de fondo en el océano de la mente está la normalidad. Lo „normal“ es un termino que frecuentemente pasa desapercibido por que se adapta flexiblemente a cualquier canto y se cuela por todas partes. Como el agua para la vida marítima o para nosotros como el aire. Tan obvio como sencillo, tan desapercibido como omnipresente. Pero ¿cuánta historia, cuánto pasado, cuanta intención y por ello cuanto futuro condicionado lleva lo „normal“ en su vientre? Que se lo pregunten a los colonizados, los desterrados, los desgraciados o los derrotados. Lo „normal“ es el fruto del amor – apego. El otro día leía en un periódico de prestigio que el amor incondicional era lo opuesto al amor de pareja. Si, y no es un chiste. Una tragedia pensé yo. Si algo así se expresa en la superficie refleja inmediatamente también la ignorancia sobre lo que es el amor en lo absoluto. Pero si alguien escribe tal disparate y lo aceptamos sin ningún entredicho ¿qué dice aquello sobre el estado de la sociedad en la que vivimos? Sobretodo cuanto nos hemos distanciado de nosotros mismos. Cuánto nos hemos apartado de nuestra verdadera naturaleza. De lo contrario abriríamos la boca. Nos expresaríamos conscientes de que amar a alguien es lo mismo que amar a todo el universo.  

En el mar de la conciencia todo tiene sus propias reglas y una de ellas es que todo siempre esta ocurriendo como debería. Otra es que no solo que no sea necesario querer sumergirse hacia lo profundo yes que ademas no es posible ya que toda intención nos haría volver instantáneamente al interfaz de la superficie. Navegar sobre este mar es moverse con las olas y el viento sin quedarse estancado en ningún sitio. Es flotar empleando el arte de ser receptivo. Es ser pasivamente activo. Es la vía del arroyo que se dirige a la costa, consciente en todo instante de que toda ola es a la vez todo el mar, tanto en lo profundo como en su superficie.

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