CULTURA Y ZEN

¿Quien es quien toca?
Bong, bong, bong: el mokugyo.
¿Quien es quien oye?

Vivimos en tiempos en los cuales algoritmos dictan lo que vemos influyendo así sobre lo que pensamos, nuestros gustos y nuestro comportamiento. Me pregunto ¿que es entonces la cultura? Vivimos en tiempos en los cuales estamos dispuestos a entregar nuestra libertad de decisión a cambio de un servicio que creemos que precisamos. Me pregunto ¿que entonces es la inteligencia? Vivimos en tiempos cuales nos sugieren que nuestro estilo es una expresión de inteligencia. Así que me pregunto ¿que es el estilo, que es la cultura, que es la inteligencia?

Desde una antigua pieza de jazz que entona la radio hasta el mas nuevo video clip. Desde el plato más apetecible hasta la arquitectura de las casas y los edificios a nuestro alrededor. Desde la vestimenta que llevamos puesta al igual que aquella que los medios nos dicen que deberíamos llevar. Desde las costumbres más antiguas hasta la ultima „chupá del mate“. En absolutamente todo aquello que nos rodea podemos apreciar la cultura en la que vivimos. O para emplear un termino que hace mas justicia a estos tiempos: en todas las facetas de nuestra vida se puede observar la globalización. Aquello a lo cual las ciencias sociales le llaman la transculturalidad, o a lo que los mas críticos entre nosotros denominan la apropiación de la cultura. Momento. ¿Pero si toda expresión cultural en si ya constituye una apropiación cultural que hay de malo en ello?. Nada de malo, no es eso. Solo que visto desde la perspectiva de los que no tienen tantas oportunidades, visto con la mirada de los desprivilegiados, de los derrotados y olvidados, de los que no pueden o no quieren defenderse porque optan por no entrar en el juego, si se utilizan los códigos de su cultura sin haber vivido su sufrimiento, sin saber lo que significa, es como un desprecio adicional si cabe hacia sus costumbres y su identidad. Y hasta se puede ir mas allá. No es ningún secreto que la apropiación cultural frecuentemente ha sido utilizada no solo como estrategia colonialista. El racismo, la exclusión, la discriminación frecuentemente ya han sido utilizados como instrumentos de alineación. No, no es tan simple como aparenta aquello de la identidad cultural. Desde la perspectiva budista, al ser todo impermanente, al todo estar interrelacionado con lo que le rodea y al todo carecer de una identidad independiente se puede decir que toda expresión cultural es en si una forma de apropiación cultural. Esto se puede deducir ya de la formula central del Maka Hannya Haramita Shin Gyo: La forma es el vacío, el vacío es la forma. Pero aun así, porque la forma es el vacío y el vacío la forma no se puede llegar y decir: „porque todos somos uno todo da igual, vamos a enriquecernos con toda nueva expresión, vamos a innovar, vamos a hacernos mejores, aquí y ahora soy yo quien decide, si el otro no lo acepta es solo por egoísmo, porque aun no ha comprendido que todos somos uno y todos juntos nos movemos en la misma dirección“. Bueno si, si que se puede decir pero el enriquecimiento acontecerá será solo una ilusión. O quizás ni sea tan inocente como una ilusión pasajera más, pues intencionadamente aplicada como ya veíamos la apropiación cultural es una practica violenta, una practica de poder.

Osea que hay varias dimensiones en la formula „la forma es el vacío y el vacío es la forma“. Hay una dimensión absoluta, como también una relativa. Si se ve solo una de ellas y se actua a partir de esta comprensión parcial, acontece aquello a lo que en el budismo llamamos dualidad. Lo que a la vez implica que ambas verdades han de ser aplicadas a la vez. Tanto la verdad que dice que no existe la separación, como aquella que dice si existe. Tanto la verdad que dice que la identidad existe, como aquella que dice que la identidad no existe. ¿Como hacerlo? ¿Como compaginar estos dos aspectos e la realidad, sin crear más conflicto entre las dos? Vamos a proponer una formula que resulta casi mágica en estos tiempos de „hechos alternativos“ y „fake news“: con respeto. Por medio de una practica enfocada en primer lugar en la relación e interacción entre las culturas en vez que los beneficios que se pueden obtener a partir de una relación. Con otras palabras, dandole más importancia al „como“ que al „porque“. Hablamos por lo tanto de establecer verdaderamente una relación de comunicación. Una relación capaz de llevar más allá de cualquier contradicción o dualidad y en la cual todos aprenden, tanto quien da como quien recibe, tanto quien enseña como quien aprende. Un punto en el cual la autoridad recobra su rostro inicial, el de facilitar y pierde aquel de instancia incuestionable que se impone si es necesario a travez del poder. Así, hablamos de una manera de relacionarse en la cual todos ganan de verdad. De un momento de comunicación real. No mas tarde, en algún instante lejano o en algún lugar mejor, sino que ahora mismo, aquí, justamente porque todos actúan de una manera coherente con la ley que dice que todo está relacionado entre si.

Vivimos en tiempos en los cuales algoritmos dictan lo que vemos influyendo así sobre lo que pensamos, nuestros gustos y nuestro comportamiento así que sigo buscando respuestas en la harmonía entre el ritmo y el silencio. Vivimos en tiempos en los cuales estamos dispuestos a entregar nuestra libertad de decisión a cambio de un servicio que creemos que precisamos. Así que sigo sigo conectando lo que veo afuera con el mundo que percibo adentro. Vivimos en tiempos cuales nos sugieren que nuestro estilo es una expresión de inteligencia. Así que abro las manos, me quedo un momento en silencio y percibo que la inteligencia es mas bien un atributo pues nada existe por separado.

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